El tonto de Barclays ha ganado mucho dinero en la televisión, pero ha perdido mucho dinero en sus inversiones.
El próximo año Barclays cumplirá cuarenta años haciendo televisión en distintos países de América. Los que mejor le han pagado son los Estados Unidos, donde continúa haciendo un programa, Colombia, país que exhibe su programa todas las noches, y el Perú.
Como es austero y solo gasta mucho dinero en sus viajes, Barclays ha podido ahorrar un patrimonio nada desdeñable. Antes de cumplir treinta y cinco años, ya había amasado su primer millón.
Si hubiese dejado la plata tranquila en el banco, ahora tendría más dinero. Pero, por darse aires de sagaz inversionista, de avezado especulador de capitales gorriones o golondrinas, de fondo buitre con apetitos rapaces, ha perdido una porción sustancial de lo que ganó.
La primera inversión fallida fue un ático en el barrio de Miraflores, en Lima, con vistas al mar. Le pagó 120 al constructor. Cuando se lo entregaron, no le gustó nada. Lo vendió en 100. Salió perdiendo.
Poco tiempo después, adquirió un ático de tres pisos con vistas al campo de golf del barrio de Los Incas, en Lima. No quería vivir allí. Pero viajaba a esa ciudad cada tres semanas, para visitar a sus hijas. Para no seguir gastando en hoteles, compró el ático de tres pisos. Pagó 330. Nunca se lo entregaron. El constructor, Eugenio Lanata de las Casas, se peleó con su socio. El banco que financiaba la obra quebró. El edificio quedó a medio construir. El constructor no tuvo la decencia de devolverle a Barclays su dinero, o darle una propiedad equivalente en otro edificio. Barclays perdió toda su inversión.
Como su hermana Caroline se jactaba de ganar mucho dinero en la Bolsa de Valores, y como le prometía consistentes ganancias mensuales, Barclays se tentó y le dio 500. Caroline no le dio ninguna ganancia mensual. Un año después, Barclays, decepcionado, le pidió el dinero invertido a su hermana, quien le entregó no 500, sino 550. Barclays salió ganando el diez por ciento en dólares. Mal que mal, fue su primera inversión exitosa.
Tal vez entusiasmado por la posibilidad de seguir ganando dinero fácil en la Bolsa, Barclays y su hermano Andy, el más inteligente de sus hermanos, invirtieron otros 500. Por lo visto, entraron en mal momento, les pilló desprevenidos una mala racha de olas recias. Medio año después, no tenían 500 sino 300. Barclays se impacientó y, harto de ser revolcado, de tragar sal, salió del mar, liquidando la pérdida, contrariando el consejo de su hermano, quien le sugería aguantar con coraje a que cediera la mala racha. Barclays perdió 100, su hermano Andy otros 100. Les quedó un sabor amargo. Caroline le dijo a Barclays: hubieras seguido conmigo, yo soy genial ganando en la Bolsa.
Vinieron luego las inversiones en la Argentina, cuando Macri ganó la presidencia. Barclays estaba convencido de que Macri sería un gran presidente, sacaría a su país de la crisis y lo encaminaría en la senda del progreso y la modernidad. Por eso no dudó en invertir en grande en la Argentina, un país en el que había vivido, un país que llevaba en el corazón.
Para comenzar, invirtió 500 en un portafolio de acciones argentinas. Al segundo año del gobierno de Macri, tenía no 500, sino 600. Se preguntó si debía salir, ganando veinte por ciento. Pensó: no saldré, esto seguirá subiendo. Y se quedó. Y un año después, no tenía 600, sino 650. De nuevo se preguntó si debía vender sus acciones argentinas para salir con una ganancia importante. Pensó: no saldré, estoy seguro de que Macri será reelegido y entonces mis 650 de ahora llegarán a 700, a 800. Me quedo. Apuesto a la Argentina. Soy optimista. Pocos meses después, todo se fue al carajo en un santiamén. Los 650 de Barclays bajaron a 500. Entonces Barclays debió salir, sin perder nada, empatando, salvando el capital inicial. Pero se quedó. Y Macri perdió en las primarias. Y después perdió la reelección. Y entonces los 500 que había invertido Barclays se desplomaron a 300. Y luego a 250. Y poco después a 200. Una catástrofe, un desastre, el hundimiento del Titanic en el río de la Plata. Por codicioso, por optimista, por sentirse argentino sin cura ni remedio, Barclays pudo salir ganando 150 y ahora estaba perdiendo 300. Así las cosas, decidió quedarse indefinidamente. Y se quedó. Y sigue allí, atascado, hundido, entrampado, viendo como sus acciones argentinas siguen bajando. No le queda más remedio que apostar a que el próximo año ganará la oposición en la Argentina y la Bolsa comenzará a recuperarse. Entretanto, debe morder la bala, o “bite the bullet”, como dicen los inversionistas con piel de elefante.
También en los primeros tiempos de Macri, seguro de que la Argentina se iría para arriba, Barclays invirtió 200 en el fondo local Copérnico. Cuando Macri perdió la reelección, los 200 se evaporaron. Ahora solo dispone de 100. Ha perdido la mitad, un duro castigo por creer en la Argentina.
Sin embargo, un inversionista argentino visionario y talentoso, Federico Tessore, del fondo de inversiones inmobiliarias Totallia, le hizo ganar mucho dinero. Barclays le dio 300. El fondo Totallia de Tessore los invirtió en un emprendimiento inmobiliario en Orlando, la Florida. Tres años después, Tessore le dio a Barclays no 300, sino 600. Le hizo ganar nada menos que 300, el doble de lo que apostó. Es la mejor inversión que ha hecho Barclays en toda su vida. Esos 300 que ganó gracias a Tessore le compensaron los 300 que perdió en la Bolsa de Buenos Aires y los 100 que perdió en Copérnico Argentina. Federico Tessore es ahora un héroe para Barclays, su mejor asesor financiero.
Hace seis años, Barclays invirtió 500 en el fondo de inversiones Numa, del Perú, de su amigo Rafael Zamora. El acuerdo era por solo dos años. Numa debía pagarle 50 como intereses en dólares el primer año y otros 50 el segundo año, o sea una ganancia de diez por ciento anual en dólares. Ganados esos 100 en dos años, se liquidaba la inversión y Barclays debía recuperar los 500 que colocó en Numa. Pero eso no ocurrió. Han pasado cuatro años más, seis en total, y Numa todavía le debe un dinero importante. Barclays no sabe qué hacer para cobrarlo. Sigue confiando en su amigo Rafael Zamora, sabe que es un financista respetado, pero está defraudado e inquieto. Le deben 100, o sea el veinte por ciento de lo que invirtió. Y no le pagan intereses, como habían prometido, por demorarse tantos años más. De momento, es una decepción.
Finalmente, Barclays hizo una mala inversión inmobiliaria en Lima, ciudad en la que, por lo visto, siempre se equivoca cuando compra propiedades. Adquirió un apartamento de dos pisos. Pagó 500 por cada piso. Se hizo de una propiedad de seis habitaciones, seis baños, más cuartos de servicio doméstico. Pero ahora cada apartamento no vale 500. Como el país se ha ido al carajo, como la gente ha elegido gobiernos de idiotas y corruptos, como los activos se han depreciado y los ahorristas han sacado sus dineros al exterior, lo que antes valía 500 ahora con suerte valdrá 300. Eso le pasa al tonto de Barclays por invertir en el Perú.
Si hubiese invertido en la Bolsa de Nueva York, en el índice Standard and Poor’s 500, o S&P 500, todo lo que invirtió mal (330 en un ático por el que fue estafado; 500 en acciones argentinas que ahora valen miserables 200; 200 en un fondo argentino que se ha desplomado a 100; 500 con su hermano Andy, perdiendo 100 cada uno; y dos pisos de 500 cada uno en Lima que ahora valen, si acaso, la mitad), Barclays no habría perdido un total de 1 millón 330 en pésimas inversiones idiotas, consistentemente idiotas, sino habría ganado, sin mover un dedo, solo colocando esos dineros en el bolsón conservador S&P 500 de Wall Street, alrededor de 2 millones 300.
Parece la confirmación definitiva e irrefutable de que Barclays es un idiota, o al menos lo es cuando invierte dinero. También parece una prueba irrebatible de que cuando invierte su dinero sentimentalmente, por ejemplo, por amor a la Argentina o al Perú, lleva todas las de perder.
Publicado: julio 11 de 2022
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