El cierre de La Quinta del Puente en Bucaramanga, uno de los mejores colegios del País, plantea una profunda reflexión sobre la forma de educar a los niños. Los modelos tradicionales centrados exclusivamente en la exigencia académica cada vez tienen menos eco y parecen no responder a las nuevas realidades del mundo.
Y no digo esto como si no fuera necesario que los jóvenes se preparen en los saberes de siempre. Por supuesto que debe haber una formación en ciencias duras dentro de una evaluación por competencias que les permita desempeñarse exitosamente en los exámenes de Estado y el proceso de ingreso a la educación superior.
Sin embargo, también creo que la enseñanza debe ser integral, que los niños no son máquinas de aprendizaje y que, lo más importante, es que crezcan felices. Algo que parece tan normal, pero que muchas veces queda a un lado en este tipo de colegios.
De hecho, no son pocas las ocasiones en que buena parte de los menores terminan adquiriendo problemas físicos o psicológicos a raíz de la presión académica de los planteles. Un fenómeno más común de lo pensado que no tiene mayor eco en medios. Casi como un fantasma que ronda silencioso pero que causa más estragos de lo pensado.
Por eso, no es extraño que el número de matriculados en colegios tradicionales disminuya. En especial, cuando se terminan convirtiendo en un viacrucis para niños y padres. La cantidad de tareas supera cualquier límite de lo normal y los niños se vuelven esclavos de ellas. Una dinámica que genera un profundo agotamiento y que suscita un cuestionamiento permanente sobre la conveniencia de estos planteles.
Además, si todos los sectores del mercado evolucionan y se adaptan a las nuevas tendencias, no puede ser posible que la educación se estanque en el pasado. Hoy no se producen y comercializan bienes y servicios de la misma manera en que se hacía hace 100 años, pero sí se forma con unos estándares que permanecen intactos al paso del tiempo.
Y eso, en últimas, solo perjuicio a las nuevas generaciones. Lo importante en estos momentos es que los colegios profundicen su enseñanza en idiomas, tecnologías y las demandas del mercado, pero de una manera tal que no se sacrifique la calidad de vida de los menores. El aprendizaje no es enemigo de la felicidad y eso lo tienen que entender los planteles educativos.
De lo contrario, se seguir anclados en el pasado, el triste desenlace de La Quinta del Puente puede convertirse en el común denominador de muchos colegios. Si no hay modernización y adaptación, las familias sencillamente no matricularán a sus hijos en este tipo de planteles y buscarán opciones donde la exigencia académica y la tranquilidad vayan de la mano.
Publicado: julio 17 de 2022
4.5
5