El propósito de salvar a Colombia del comunismo marxista que representa Gustavo Petro es motivo suficiente para votar por Rodolfo Hernández con todas las limitaciones que pueda tener o las propuestas que no compartamos. Es, de hecho, un motivo incontrovertible para votar por cualquiera que no sea Petro u otras yerbas de su calaña, pues se puede ser un antiestablecimiento como el viejito Rodolfo, pero no un antisistema como Petro: eso es jugar con candela.
Así, un uribista no puede caer en la trampa del voto en blanco solo porque el viejito cree que declarar la muerte del político más importante de la historia de Colombia —Álvaro Uribe Vélez, por si alguien no entendió— le va a granjear más votos que la amabilidad y la prudencia. Don Rodolfo ha cosechado aplausos por contestatario y frentero, pero debería entender que su actitud no le sirve para recaudar los votos de Federico Gutiérrez, de los cuales un buen porcentaje es claramente de uribistas a los que está ofendiendo innecesariamente. Y son los votos que necesita para ganar; no son los voticos del arrogante Fajardo, ni los volátiles sufragios de los abstencionistas… ¡Es que no hay más!
El uribismo no debe sentir vergüenza de haber salvado a Colombia de caer en las garras comunistas en todo lo que va corrido de este siglo. Esa ideología funesta de la que algunos insisten en creer que ya no existe como si la tragedia de los cubanos y los venezolanos estuviera pintada en la pared; como si la aguda crisis del hermano país no nos estuviera afectando a diario por los millones de refugiados que se albergan aquí —muchos de ellos dedicados al delito—, representando una enorme carga para nuestras limitadas finanzas en materias como salud y educación.
Otra cosa es que el uribismo haya sido engañado en 2010 por Juan Manuel Santos para sacar en limpio a las Farc con un falso proceso de paz, que nos hayan robado la elección de Óscar Iván Zuluaga en 2014, o que Iván Duque haya implementado un programa de gobierno donde las tesis uribistas se han descafeinado y en donde hasta han pululado funcionarios del precedente santismo traidor.
Y, para ajustar, a Uribe sí que lo han «quemado» en los últimos doce años con toda clase de insidias maquinadas desde la izquierda más radical para provocarle la muerte política y la extinción de su honra, su prestigio y su reputación, con lo cual ganan más que matándole, lo que lo convertiría en un mártir. Estrategia apuntalada por unas cortes de justicia politizadas y claramente infiltradas por la izquierda, que no han tenido el menor recato para empapelar al líder de la derecha en el continente en medio de un proceso plagado de irregularidades.
Votar por Rodolfo, aunque haya quienes crean que les tocaría taparse la nariz, significa poder votar de nuevo dentro de cuatro años porque el viejito ni se piensa atornillar ni va a dinamitar nuestra institucionalidad. Dejar que gane Petro, en cambio, es sumirnos al menos 20 o 30 años en el peor de los mundos; en la pérdida de libertades y de un grado de desarrollo no menor que nos ha costado mucho construir. Es la senda del hambre, el atraso y la miseria.
Por eso, todos los antipetristas, y los uribistas en particular, tenemos una gran misión: votar por el ingeniero para salvar a Colombia. No desaprovechemos la oportunidad, que nadie tenga que arrepentirse después.
Publicado: junio 7 de 2022
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