Hace pocos días recordaba en una reunión con buenos amigos, porque también tenemos malos amigos que, lo que esta pasando en Colombia, en la campaña presidencial, era prueba de que alguien nos había metido a todos los colombianos en un manicomio y se había llevado las llaves.
No es para menos. La pandemia fue el momento más difícil de mi vida, fue una situación inimaginada e impensada que nos obligó a confinarnos, nada menos que a encerrarnos, detención domiciliaria por obligación, donde la muerte nos rondó y se llevó a un familiar, amigo o conocido.
Recuerdo que en ese momento todos afirmaban en sus redes sociales que esa experiencia, dolorosa como ninguna, serviría para ser mejores personas; yo lo defino, ser mejores cristianos, los jóvenes le llaman empatía. Todo esos deseos fueron pura paja, humo, frases de cajón que se multiplican según la ocasión, toda una farsa.
Por el contrario, la gente salió de la pandemia más desaforada, insolidaria e inhumana. La prueba de ello fueron los hechos ocurridos durante los meses de mayo, junio, y julio del año pasado. El gobierno del presidente Duque en su afán por enfrentar los efectos de la pandemia presentó una reforma tributaria para garantizar la financiación de las políticas económicas y sociales que permitiría preservar el empleo y los programas sociales, en especial, ingreso solidario; esa reforma fue presentada inadecuadamente por un tecnócrata frío y alejado de la realidad que regía ese momento. La respuesta de miles de colombianos ante ese hecho incomprendido pero necesario fue incendiar el país.
Esa equivocación, por la forma en que fue presentada la reforma tributaria, no daba para que fuera aprovechada por la izquierda, por el progresismo, por Gustavo Petro, para anarquizar el país, para acabar con todo, para generar la situación más crítica, alarmante y angustiante, tal vez comparable con el ‘bogotazo’.
Todo lo ocurrido en el paro fue grave, aberrante, criminal, pero en especial, la normalización de las estructuras ilegales denominada primera línea, las cuales gozaron y gozan del apoyo del petrismo, de románticos periodistas e influyentes de las redes sociales, de alcaldes y gobernadores que abiertamente permitieron la vandalización de sus ciudades y regiones.
Este manicomio en el que estamos metidos nos ubica hoy en el escenario dantesco y amenazante en el que de no ganar Gustavo Petro en las urnas el próximo domingo la turba y su brazo armando, primera línea, se activaran con mayor fiereza y letalidad para intentar por la fuerza, por las vías de hecho, con acciones criminales y terroristas, lo que no consiguieron a través de las herramientas legales y en las urnas.
Esa amenaza también la promueven los estudiantes de universidades públicas, Gustavo Bolívar, y la misma hija de Gustavo Petro en entrevista para el diario El País de Madrid. Se deben activar las alarmas, las autoridades deben asumir esta advertencia como la mayor amenaza contra la democracia, de inmediato se debe garantizar la seguridad y el orden para no lamentar situaciones inimaginadas, como también la reacción dentro del marco legal de los colombianos que no aceptamos la amenaza como herramienta intimidadora.
La mejor arma que tenemos en este momento es el voto. Votemos contra Gustavo Petro, contra lo que él representa, contra la primera línea, contra el fango que se vio en los “petrovideos”. En segunda vuelta no se vota por el que uno quiere sino contra el que no se quiere.
Publicado: junio 15 de 2022
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