Ahora Colombia tiene un hampón-presidente, Gustavo Petro Urrego. Nunca se sabrá si hubo fraude o no, pero su triunfo fue muy estrecho: apenas ganó por 700.000 votos. Se regodean en la izquierda dizque por tener la más alta votación en toda la historia, pero es que el censo electoral aumenta permanentemente. Ganar con el 50,4% en segunda vuelta ni siquiera es comparable con alcanzar el 62,2% en primera vuelta, como hizo Álvaro Uribe Vélez en 2006.
Lo cierto es que a Petro le aparecieron tres millones de votos con los que ni él mismo contaba. Nunca sabremos cuántos de esos votos fueron producto del Pacto de La Picota, o el Pacto del Fusil, pero resulta muy revelador que en departamentos claramente dominados por grupos narcoterroristas como las Farc («disidencias» que llaman), el ELN, el Clan del Golfo y otros, como lo son Putumayo, Nariño, Cauca y Chocó, Petro ganara con elevados índices de entre el 79% y el 82%.
Esas sí son votaciones verdaderamente «atípicas», ese trivial argumento con el que hace una década se acusaba a políticos de paramilitarismo. En este caso, unos votaron por Petro obligados, y a otros los mataron por no querer votar por el Señor de las Bolsas, como ocurrió con el líder indígena Jesús Antonio Montano.
Por otro lado, el triunfo de Petro en la Costa Atlántica fue espectacular. Allí ganó en todos los departamentos, incluyendo a San Andrés. No porque haya nacido en la región —si en realidad es verdad y no fue en Zipaquirá—, sino porque se pusieron a su servicio las turbias maquinarias de los ‘Ñoños’ y acaso también las de los Char, todo lo cual se cobra de manera contante y sonante a través de cuantiosos contratos. Obviamente, es un logro de la mano negra de Armandito Benedetti.
En contraste, al viejo Rodolfo se le escaparon muchos votos con los que contaba. No le llegaron todos los votos que el candidato Federico Gutiérrez obtuvo en primera ni los adicionales que requería. Al señor le pareció muy inteligente salir a decir que Uribe estaba muerto, despreciando el voto de su legión de zombis. Muchos uribistas se sintieron ofendidos y hasta decían que las propuestas del anciano eran iguales a las de Petro: aborto a la carta, drogas gratis para los viciosos, cero glifosato, no al fracking… En Antioquia la votación bajó, miles prefirieron quedarse en la casa a votar por el viejito o hacerlo en blanco.
Y miles, en todo el país, celebraron como energúmenos y serán, a excepción de algunos «enchufados», los primeros en arrepentirse. No hay manera de que a Colombia le vaya bien con Petro o, en otras palabras, de que este hampón no lo haga tan mal como en la Alcaldía de Bogotá. Será malo si el Congreso no se le vende por un plato de lentejas y le impide cumplir sus delirantes promesas, y será peor si las tuercas del Estado se aflojan con los chorros de mermelada que va a repartir, permitiéndole llevar a cabo sus pérfidos planes. Y como todo será a nombre de «la paz», lo más seguro es que le den carta blanca. En unos años, Miami se llenará de nuevos ricos colombianos.
Pero antes de que termine este año, veremos dólar subiendo, acciones cayendo, capitales huyendo, empresas cerrando, gente emigrando y al nuevo presidente desplomándose en las encuestas, como el chileno Boric. Lástima que ya no hay tiempo de arrepentirse, es momento de llorar. Nadie escarmienta en cuerpo ajeno, todos quieren «vivir sabroso», aunque saben que de eso tan bueno no dan tanto. Primero se acaba el helecho que los marranos.
Publicado: junio 21 de 2022
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