Pudo haberse tratado de un lapsus linguae, pero a todas luces bien diciente. A Petro se le ocurrió proclamar hace poco en un discurso de plaza pública en Santa Marta que su proyecto de transición del país en todos los órdenes entraña de todo corazón «un pacto con Satanás», aunque luego añadió que, si se quiere, podría serlo con el Jesús comprometido con los pobres.
¿Qué sentido tiene juntar a Satanás con Jesús en una empresa política?
Eso sólo se le ocurre a alguien que está tocado de la cabeza, como es el caso de Petro.
Tal como lo observa Saúl Hernández Bolívar, Petro representa un peligro gravísimo para Colombia, no sólo por sus ideas, sino por sus inquietantes condiciones personales. Tiene todas las trazas de ser un enfermo mental, aficionado al licor en exceso y tal vez a las drogas, fuera de otras peculiaridades que hoy se considera que no deben mencionarse, porque atañen a sus costumbres íntimas (vid. Petro, ¿el país en manos de un enfermo? – La Linterna Azul).
En varios escritos me he referido a él como un endemoniado. Es fama que en su entorno se practica la brujería, tema que salpica también a su compañera de fórmula, Francia Márquez, de la que circula una foto en la que aparece haciendo un extraño ritual que, por lo menos, es propio de una santera.
La incredulidad reinante en nuestras altas esferas es escéptica acerca de la funesta acción que en las sociedades realizan las potencias infernales. Pero hay muchas evidencias que la avalan. Como lo observó en alguna oportunidad el entonces cardenal Ratzinger, nos encontramos con tales hechos malignos que no podemos explicarlos sino por fuerzas ocultas que van más allá de la condición humana. Y Colombia ha sido escenario de la presencia de ellas en múltiples ocasiones.
Los dirigentes políticos suelen ostentar virtudes y defectos propios de personas del común. No es el caso de Petro, que no muestra las primeras y es pródigo en los segundos. Uno no se explica qué le admiran sus seguidores, pues lo que más le celebran, su facilidad de expresión, no es otra cosa que garrulería delirante y engañosa.
En su discurso de Santa Marta habló de las diferentes transiciones que le propone al país. Pero, ¿cuál es el modelo de sociedad que pretende instaurar, no en uno sino en varios cuatrienios?
Vaya uno a saberlo. Lo más probable es que piense en Cuba y en Venezuela, pero se niega a admitirlo públicamente porque sabe que ello le restaría votos. Cuando le preguntan por sus coincidencias con Chávez y Maduro, sesga la repuesta y hasta se enoja.
Mi apreciado discípulo y amigo Juan David García Vidal ha elaborado un valioso trabajo sobre las lecciones de los países exitosos. Por supuesto que Petro no lo conoce ni tiene interés en abordarlo. Pero ninguna de sus propuestas se identifica con las que han hecho la prosperidad de esos países. Las hay que son inviables, como acaba de decirlo Lula respecto de sus tesis sobre la transición energética. Otras son francamente ruinosas, tal como lo han señalado nuestros economistas más competentes.
Que a Petro lo siga el vulgo, como los que seguían al flautista de Hamelin, es algo que se entiende. Pero que se sientan seducidos por él personas que uno creía serias, es algo que solo resulta comprensible cuando se piensa en el poder del resentimiento, los prejuicios o las utopías. Síganlo en su brebaje que mezcla a Jesús con Satanás y ya verán en qué para esa borrachera.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: mayo 10 de 2022
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