Dice el viejo adagio, “Lo que se tiene no se aprecia; salvo cuando se pierde o existe riesgo de perderse.”
Y es que en Colombia existe el riesgo de perderse la democracia que de manera ininterrumpida hemos protegido durante 67 años, lo que hace que tengamos la más larga tradición democrática del hemisferio latinoamericano, y en la que hemos podido ejercer nuestros derechos fundamentales dentro de un marco de libertad y garantías, a pesar de la violencia promovida por el narcotráfico y articulada por grupos criminales que alegando falsas causas sociales, no cesan de desafiar al Estado y sus instituciones, y de amedrentar y someter a la población.
Con todo y sus imperfecciones, debilidades, abusos y limitaciones, la Democracia (Demos-Kratos o Gobierno del Pueblo) es la mejor forma de organización social que se conoce, única en atribuir la titularidad del poder a los ciudadanos, quienes lo ejercen eligiendo sus representantes mediante sufragio universal, libre, igualitario, directo y secreto.
De ahí la importancia, que el próximo 29 de mayo la nación concurra masivamente a las urnas, ejerza su derecho al voto y manifieste su voluntad frente al futuro, siendo claro, que lo que está en juego, más que la elección de un candidato, es la continuidad de la democracia o el advenimiento del populismo comunista que pretende hacerse elegir dentro de ella para luego aniquilarla.
Por eso no sería entendible, que en un momento tan decisivo, se mantuviera el nivel de abstención electoral de los últimos años, lo que podría contribuir a cegar la continuidad de nuestra democracia. Tampoco sería entendible, que ciudadanos movidos por el odio y el resentimiento, y no por la racionalidad y la convicción, optaran por votar por el señor Gustavo Petro, quien ha demostrado a más no poder su incapacidad para gobernar, su perversidad y villanía, sus falacias y mentiras, su resentimiento y amargura, su simpatía por las narcofarc y el ELN, su amistad con las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua, así como su contubernio con personajes seriamente cuestionados como Ernesto Samper Pizano, Piedad Córdoba, Armando Benedetti y Roy Barreras, entre otros.
Para poner en duda la integridad de Petro, tan solo basta revisar la opinión de personas que inclusive en el pasado llegaron a ponderar la presunta sinceridad de sus prédicas en el Congreso, así como la de sus mismos compañeros.
Cómo olvidar lo publicado por el escritor Héctor Abad Faciolince, al rememorar su amistad con Carlos Gaviria ex presidente de la Corte Constitucional y luego miembro del Polo Democrático:
“Recuerdo cuando mi amigo Carlos Gaviria me contaba, con ira, de cómo Petro cambiaba las actas del Polo, por la noche, para poner lo que no se había resuelto. Un tramposo”
O cómo ignorar la opinión de Aurelio Suárez Montoya, integrante del Polo y ex candidato a la Alcaldía de Bogotá:
“No sé si cambió actas, pero sí cambió principios del Polo. Cuando hacía parte del comité ejecutivo se fue para Estados Unidos y se reunió con el partido Demócrata diciendo que sí apoyaba el Tratado de Libre Comercio (TLC). También votó por Alejandro Ordóñez para procurador. En la marcha del 4 de febrero de 2008 contra las Farc él no quiso apoyar la marcha independiente del Polo, sino que se fue a marchar con Uribe, quien venía injuriando a Carlos Gaviria.
En las elecciones de 2010, el Comité Ejecutivo del Polo, integrado por Daniel García-Peña, Luis Carlos Avellaneda y yo, establecimos unos puntos para una posible alianza con Mockus, puntos que él rechazó. Decidimos votar en blanco y Gustavo Petro se fue por Mockus y luego como alcalde hizo un acuerdo con Santos. Petro fue a la embajada de Estados Unidos hablando mal de personas del partido, llamándolos de “extrema izquierda”.
Gustavo Petro es tan descarado que dice que Carlos Gaviria lo adoraba, cuando eso no es cierto. El mismo Carlos Vicente de Roux denunció los negocios del concuñado de Petro, Carlos Alberto Gutiérrez, quien metió mano en diferentes negocios del Distrito. Esto es toda una comedia, la gente que va a votar por Petro no sabe realmente quién es él. Sigue diciendo que es de izquierda cuando incluso hizo alianzas con Sarmiento Angulo. Él es un tramposo y las personas tienen que conocerlo bien antes de votar.”
Quienes aún siguen a Petro también deberían recordar, que durante la alcaldía de Samuel Moreno, cuando estalló el escándalo del “carrusel de la contratación”, Petro prontamente se distanció del Polo Democrático y, además, que recientemente envió emisarios a la cárcel para hablar con Iván Moreno Rojas, cerebro del carrusel y condenado por corrupción.
Ante la amenaza de que en Colombia se repita lo que ocurre en Venezuela, es urgente poner al timón de la nación, el pulso firme y sensible de un gobernante pulcro, capaz y audaz, que tenga autoridad, y que sea apto para asumir retos, sumar voluntades, armonizar esfuerzos, concertar acuerdos y ejecutar cambios profundos.
Cualquiera de los candidatos, es mejor que Petro, que de ganar la presidencia, seguramente violentará la democracia para perpetuarse en el poder.
La nación no puede caer en la trampa que le ha tendido Petro, al mostrarse como salvador de los pobres, redentor de los desvalidos, agente de las necesidades y afanes de las minorías, paladín contra la corrupción y gestor de un cambio que no se conoce. El éxito de Petro ha sido, dividir la nación, promover la lucha de clases y razas, socavar la democracia y debilitar sus instituciones.
Ante semejante amenaza, Colombia debe unirse en defensa de su democracia y en repudio al populismo, rechazando a este mentiroso y anacrónico comunista, y derrotándolo con trasparencia y contundencia en las urnas, a sabiendas, que no aceptará su derrota y que probablemente tratará de promover una nueva asonada para vandalizar el país.
Es tiempo de unirnos en defensa de nuestra imperfecta democracia y en señal de repudio por el populismo comunista de Petro.
Publicado: mayo 16 de 2022
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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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