El próximo domingo es la primera vuelta de las elecciones presidenciales para el periodo 2022-2026 en Colombia. Parece que sobra decirlo porque todos deberían saberlo, pero en un país donde el abstencionismo supera el 50%, hay que dudar de que, en realidad, todos lo sepan o les importe.
Muchos tampoco saben lo que nos estamos jugando, lo que nos corre pierna arriba. Bien lo resumió Íngrid Betancur al decir que, si Gustavo Petro gana, no habrá elecciones dentro de cuatro años. Sin embargo, se quedó corta; Petro ha dicho que necesitaría unos 12 años para implementar su programa de gobierno, por lo que es de esperarse que busque autorizar su reelección indefinida para eternizarse en el poder.
El talante de Petro es autoritario, al igual que el de la corriente política que representa, y para atornillarse al poder empezaría por destruir toda la institucionalidad imponiendo una dictadura. Cuba lleva más de 60 años en ese paseo, Venezuela ya llegó a 23 y Nicaragua les sigue el paso. Los dos primeros ya son considerados como los dos países más miserables del planeta.
Claro que, en el fondo, el problema en sí no sería el implantar una dictadura sino las políticas económicas y sociales que Petro pretende ejecutar. En China gobierna el Partido Comunista, pero desde que Deng Xiaoping dijo que «enriquecerse es glorioso», adoptó un modelo de libre mercado tan agresivo que rápidamente pasó a ser la segunda economía mundial y pronto será la primera.
Nuestra izquierda, en cambio, aun se debate en el terreno de la lucha de clases y la demolición de la sociedad burguesa. Los únicos ricos buenos, son los que hacen parte de la nomenklatura, tal es su hipocresía. La hija de Chávez es la mujer más rica de Venezuela y, de ganar, a las de Petro las espera el mismo destino.
Corrientes como el ambientalismo y el indigenismo se oponen a todo desarrollo material que implique la explotación de recursos naturales. Su propuesta es abolir el capitalismo y vivir solo con lo necesario, casi de taparrabos. Eso sí, talar selva para sembrar coca no les parece un crimen medioambiental, ni la veintena de químicos que terminan en los ríos tras refinar la droga. Y no les preocupa la brutal extracción del oro ilegal, que convierte los más paradisiacos remansos en tierra arrasada plagada de pozas de aguas envenenadas con mercurio y cianuro.
Nunca antes el país había estado ante tan grave peligro. Están en riesgo la democracia, las libertades, el modelo de sociedad. El sistema capitalista es el único que saca a la gente de la pobreza, el único que genera progreso entendido como incremento del bienestar de todos. Y la democracia se necesita para corregir sus defectos, sus desarreglos, sus injusticias.
Democracia y capitalismo son los grandes pilares de la sociedad moderna; si se derriban, todo queda en ruinas. Que los líderes de unas pocas empresas (Colanta, Grupo Bolívar, Cueros Vélez, Mario Hernández…) hayan hecho un tímido llamado a no votar por Petro es muestra de un peligroso letargo social. Deberían ser miles los que llamaran la atención sobre los riesgos que representa el Pacto Histórico, pero no fue así; vendieron la soga con la que serán ahorcados, como vaticinó Lenin.
Pueda ser que prime la cordura porque el domingo empieza una nueva historia: o nos consolidamos como un país que sigue avanzando o saltamos al vacío con Gustavo Petro. Que la dura realidad de los venezolanos nos sirva de escarmiento.
Publicado: mayo 24 de 2022
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