El país necesita conocer la verdadera condición mental de quien busca ser el próximo Presidente de la República y me refiero a Gustavo Petro, sujeto que ve nazis en niños de 13 años o en columnistas de opinión que armados con argumentos han refutado su propuesta de pensiones. De sus improperios temerarios no se salva nadie. Un humilde tuitero es calificado como fascista, por no decir mucho de la importante cantidad de ciudadanos honorables que han terminado con la etiqueta de “paramilitar” por la sencilla razón de no estar de acuerdo con su discurso y con sus peligrosas propuestas.
Petro es un hombre delirante que evidentemente perdió la capacidad para distinguir entre la fantasía y la realidad. Sus arranques de megalomanía han desembocado en dolorosas desgracias como el paro que bloqueó el país y arrasó con la economía. Ha narrado en tiempo real la destrucción Colombia, como por ejemplo la quema de un CAI de policía, sin ni siquiera llamar al orden y pedir a los vándalos que se detuvieran. Como Nerón, que cantaba mientras Roma ardía.
Esta actitud agresiva y, porqué no, violenta ha puesto a sus críticos en situación de riesgo, como sucedió con el columnista David Ghitis a quien después de calificar como «neonazi», expuso ante el país entero difundiendo sus datos personales con el fin evidente de estimular a sus seguidores para que hagan lo que suelen hacer: acosar, amedrentar, agobiar y, cómo no, amenazar. No está de más recordar que David es judío y es descendiente de personas que murieron en el holocausto nazi.
Como un ave de rapiña, Petro continuó en su cacería de “enemigos”. Expuso la foto de un niño de 13 años a quien también presentó como un nazi. El menor, visiblemente angustiado manifestó que el candidato presidencial ponía en riesgo su integridad personal. Petro, el candidato de la política del amor, ensoberbecido respondió: «Tu foto no la publiqué yo, hubiera sido muy importante que te hubieras pronunciado cuando lo hicieron» ¡Ni los niños de Colombia se salvan!
La preocupación de estas actitudes que delatan una alteración en el sano juicio del aspirante de la extrema izquierda es aún más grande cuando se confirma que todos los que se oponen a sus caprichos políticos, al margen de su condición, terminan ubicados en la casilla de los “enemigos”. Estas estigmatizaciones y señalamientos generalizados son un peligro para la democracia. Si se comporta así como candidato, ¿Cómo será si alcanza el poder nacional?
Colombia está notificada. Tenemos a la mano los ejemplos de Nicaragua, Venezuela y Cuba donde silencian con cárcel al que tenga el valor de alzar la voz contra el régimen. Este señor no es un líder convencional de la izquierda latinoamericana como lo podría ser un Fernandez, Boric o incluso el mismo Castillo. Petro es un despiadado dictador que asesinaría la democracia, algo parecido a Daniel Ortega de Nicaragua con quien comparte su pasado subversivo y esa demencia propia de los monstruos totalitarios.
Evidentemente, Petro no gobernaría de manera ejemplar ni mucho menos justa. Sólo busca una oportunidad para ajustar cuentas con quienes lo han confrontado. La historia está colmada de ejemplos: los tiranos empiezan expropiando propiedades y siguen con la extirpación de la libertad.
Por todo lo mencionado y ante el peligro que enfrenta el país, quiero pedirle al señor Gustavo Petro que, en aras de la transparencia, se someta a un examen de su estado de salud mental y que el resultado se haga público para que los colombianos constaten si está o no en condiciones de gobernar el país.
Publicado: abril 3 de 2020
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