Todas las actividades humanas están condicionadas por el hecho de que los hombres viven juntos, si bien es sólo la acción lo que no cabe duda imaginarse fuera de la sociedad de los hombres. La actividad de la labor no requiere la presencia del otro, aunque un ser laborando en compleja soledad no sería humano, sino un animal laborans, en el sentido más literal de la palabra (ver Hannah Arendt, La condición humana, 2005).
Cada vez que comienza este período de reflexión, como lo es para mí la Semana Santa; no como se ha convertido hoy en día donde el paganismo, la vanidad, el hedonismo del ser humano hace presencia; siempre me he preguntado sobre la condición humana que llama Arendt de Jesús y de los escribas durante su primer juicio donde se ve, claramente, las actitudes de uno y de los otros.
La Iglesia Católica, que sobre vive a pesar de si misma, hizo referencia en la Homilía del domingo de Ramos 10 de abril, a la condición humana de Jesús en el sentido que Jesús fue un hombre absolutamente original, no porque hizo cosas raras o especiales, sino porque fue el mismo.
Porque Jesús siempre habló con autoridad, con la autoridad de la verdad.
No, tuvo durante su vida ningún cargo público, como si lo tuvieron los escribas. Tal vez, ahí es donde comienzan las diferencias entre la condición humana de los escribas frente a la de Jesús.
No, tenía grandes pretensiones, era una persona sencilla, humilde.
En cambio, los escribas quienes eran aferrados a sus costumbres, los encargados de escribir, transcribir, estudiar y analizar la ley del pueblo judío, tenían sobre sus hombros la arrogancia y la vanidad de sus cargos, vestidos de negro, mientras que Jesús siempre de blanco, invocando la tranquilidad, la pureza de su alma.
En la medida en que los escribas fueron asumiendo más poder las condiciones humanas terminaron eclipsando la palabra de Dios siendo la pretensión de la santidad superior a la de la su palabra de forma tal que fueron los mismos escribas quienes terminaron anulando su propia palabra por su vanidad, su prepotencia.
Más aún, teniendo en cuenta que según las escrituras los judíos fueron el pueblo escogido, designado por Dios, no el de Jesús quien era de origen filisteo.
Para el padre Jorge Paredes, Jesús no tenía ningún prejuicio, con un respeto infinito por la persona humana, su condición, por ejemplo, según la palabra del buen samaritano lo importante no es el color de su raza, sino la actitud que tenemos para con el otro.
En este entorno de contexto, podríamos plantearnos si como seres humanos nosotros en la actualidad tenemos algo de los escribas, o de Judas Iscariote, o de Pedro y que tanto de nuestra condición humana se condiciona por los prejuicios hacia los otros queriendo imponer a toda costa nuestros conceptos sobre los demás, como está sucediendo actualmente en el conflicto de Putin frente a Berezenki, donde se ve, claramente, que la vanidad y el poder para imponerse sobre los demás es el principal pecado que está llevando al ser humano a su ruina total.
Cuanta falta le hace al ser humano del siglo XXI dejar de lado sus propias vanidades para alcanzar su sencillez y conexión entre sus tres dimensiones: cuerpo, alma, espíritu, además de su coherencia en su forma de vida.
Puntilla: Mientras tanto, hablando de vanidades, prepotencia y orgullo, el registrador Vega: ¿Renunció? Si no renunció Samper, como porqué va a renunciar el registrador Vega. Colombia, está avisada.
Publicado: abril 12 de 2022
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