Quizás en el momento en que salga publicada esta nota los diversos precandidatos que pasarán a primera vuelta tengan inscrita su fórmula vicepresidencial. La motivación en señalar esa persona tiene como propósito aumentar el potencial de votos para el juego electoral de la primera vuelta. Es comprensible, pero no es lo que queremos como llave.
Qué bueno sería que el vicepresidente para estas próximas elecciones fuese de la Costa Caribe. Dejar de pensar en los costeños como un comodín electoral pues eso lacera la autoestima regional. Quiero un perfil de un estadista que genere confianza al país y por supuesto tranquilidad al candidato.
Construir su perfil en esta Colombia aturdida y mancillada por la violencia no es un ejercicio fácil. De soporte electoral debe tener como plataforma un sólido piso moral que genere el liderazgo decoroso y que siga los principios de probidad. Mas que votos tiene que rescatar el ADN y el valor de la honestidad que como algunas regiones de La Guajira quedaron en el olvido. No es necesario que tengan grandes títulos y sofisticados diplomas. Estos de nada sirven si lo que los respalda y sella no tienen la estampilla de la honestidad. La coherencia entre lo que se dice y se hace. Cuando las inteligencias de la costa son los cerebros involucrados en los grandes escándalos de corrupción desconocen los protagonistas que uno de los perjuicios grande es crear en el imaginario colectivo del país la negligencia moral del caribe
Experiencia probada es otro de los requisitos. Los cables sinápticos de la comunicación cerebral se crean y fortalecen con los resultados de proyectos previos. Los que salieron exitosos y aquellos que no llegaron a feliz término. Que tenga la plasticidad de la retroalimentación y de redireccionar sus conexiones. Saber escuchar es el antídoto de la omnipotencia. Con los pies en la arena, como la transparente de Santiago de Tolú, que invitan a la meditación constante.
Ese perfil lo cierra la capacidad de unir y conectar en uno solo cerebro empático las necesidades territoriales. Si alguien quiere definir inequidad, coloque como ejemplo los índices que evalúan las realidades sociales en la Región Caribe. Derechos elementales como nutrición, agua potable y saneamiento básico tienen en el Caribe los más bajos números de cobertura. Inseguridad alimentaria cerca del 55%, (15) quince puntos porcentuales por encima del promedio nacional. Saltemos a la enseñanza: la tasa de educación es del 35% mientras que en el país está en el 52%. Comparar en nuestra tierra el nivel educativo entre sus zonas urbanas y la rural marca una diferencia muy grande. No es un secreto: entre más pobre sea una región menor la cobertura en instrucción y más baja su calidad. Es nuestra educación tan lábil que la pandemia la puso a prueba. ¿Cómo damos oportunidades de progreso si no entregamos las herramientas de formación? Somos débiles para la virtualidad pues nuestras conexiones tienen poco alcance. Y para colmo aparece el vergonzoso escándalo de Centros Poblados, responsables de nuestro atraso tecnológico y cuya ambición fue encerrarnos en el oscurantismo. Les condenará su conciencia y los señalará como partícipes de la escasa infraestructura escolar que tenemos. Por otra parte, la banalización en el Caribe se confunde con el facilismo y el «tómalo suave”. Con foco de mano hay que buscar los tecnócratas del Caribe que hacen parte del Gobierno Central.
Diptongo: hay una decena de caribes que encajan con este perfil de vicepresidente que queremos. No es comedia, evoco a Zelenski quien bajo la convicción de Liderazgo Moral defiende la democracia de su país. ¿Aparecerá la luz en esta patria oscura y amenazada su libertad?
Publicado: marzo 24 de 2022
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