Escuché en un conversatorio la descripción de la interrupción de embarazo en etapas tardías de la gestación que narró un Gineco-Obstetra, compañero de la Academia Nacional de Medicina. Su relato empina todas las fibras: con guía ecográfica se introduce una aguja y en la cavidad del líquido amniótico, sagrada capilla de recogimiento, se inicia la sesión. Se ve el bebe moviéndose y si por alguna circunstancia se toca hay aumento del pataleo, se detecta taquicardia. La garrocha dirigida busca el corazón pulsátil y se inyecta cloruro de potasio. Este produce paro cardiaco. El efecto es rápido, pero no podemos precisar el tiempo. Cuando han pasado un periodo corto se diagnostica muerte fetal y se procede la evacuación del bebé fallecido.
En esa agonía, del ser in-útero adolorido grita desde la laguna amniótica mancillada: ¿Por qué? Lo confieso públicamente: no haría una interrupción del embarazo. Mis valores y principios lo impedirían. Esto es objeción de conciencia. La sentencia de la corte abrió la esclusa y permite decir no. No se puede obligar a los médicos que abandonen sus principios y caminen por la delgadísima línea trazada de la ética.
La matriz de la objeción de conciencia tiene su fundamento en los Derechos Fundamentales. Se soporta en la Convención Americana de Derechos Humanos-Art 12- y la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas –Art 17-. Bajo ninguna circunstancia un contrato de trabajo puede obligar al profesional que salte por encima de sus principios y menos que su decisión lo acerque a la inestabilidad laboral. Nuestro imperativo hipocrático se nutre de los valores y convicciones.
Aceptaba en su totalidad la interrupción voluntaria del embarazo como derecho fundamental de adolescentes y mujeres mediante la sentencia C-355 de 2006 y sus tres causales conocidas. Pero esta nueva sentencia y el alargamiento del tiempo hasta la semana 24 choca contra el derecho a la vida como valor supremo. No la comparto.
Una de las publicaciones recientes más impactante son los retratos fetales de expresión dolorosa en el feto de 23 semanas (Internacional Society or Ultrasound in Obstetrics and Gynecoloy, página 394). Con una máquina de ultrasonido de última generación (cortes finos, 4 dimensiones) se tomaron imágenes antes de anestesia, durante y después de anestesia. La resolución permite fotografiar los gestos faciales que hace él bebe cuando recibe estímulos dolorosos.
Cuatro expertos usaron la escala de dolor fetal utilizando estos parámetros (movimientos de cejas, cierre de ojos, gestos naso labiales, apertura de labios, boca cerrada, estiramiento vertical u horizontal de la boca y extensión de cuello). Conclusión de este trabajo: a las 23 semanas hay percepción del dolor e integración de las vías primitivas ya formadas y la corteza cerebral. Las vías nociceptivas responsables del dolor responden a los estimulos. Ver los rostros de los bebes a las 23 semanas quejándose es una imagen que no se borrará. Qué lástima no poder hacer públicos estos registros.
La Academia Nacional de Medicina, órgano consultor y asesor del Gobierno, hizo oficial su declaración sobre el aborto. Con relación a la sentencia de la Corte Constitucional (C-055 de 2022) lamenta que la despenalización se haya extendido hasta la semana 24 de gestación. Consideran los académicos que lo ideal hubiese sido hasta la semana 14, ¡fecha límite!
Diptongo: así como el personal sanitario acude a la objeción de conciencia, el ciudadano puede escudarse en ella y protegerse de los mercaderes de voluntades. En estos meses se examina la democracia mediante el tensiómetro transparente de la libre elección.
Publicado: marzo 18 de 2022
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