A la atomizada izquierda colombiana se le apareció la virgen con el surgimiento del narcotráfico, y más aún con el apoyo que le da el acuerdo Santos-Farc. Ese es el único oxígeno “ideológico” que ostenta y del que astutamente Fidel Castro dio cuenta de su enorme poderío económico. El que están usando para sacar del camino a quien se le oponga, en aras de implementar el modelo marxista. El asunto viene desde la década de los 80, y hoy es una hecatombe social.
Pero uno se pregunta cuál es el afán de implantar semejante despropósito, el que está demostrado que no funciona. Y la respuesta tiene mucho que ver con lo que yo llamaría el Síndrome de Caín, que no es otro que el hermano enajenado y resentido que no puede dar lo mejor de sí y la envidia lo corroe de tal manera que recurre al mal, a la subversión y el homicidio, para imponerse como lo hizo Caín con Abel.
El principal gestor de estas ideas no es otro que Fidel Castro, que era un hombre enajenado y consumido por el dolor de ser hijo natural, sin apellidos definidos y víctima del tratamiento de segunda que le dio su padre, el inmigrante gallego y terrateniente, don Ángel Castro, quien lo puso con sus hermanos de camada, junto con su madre (empleada doméstica de don Ángel), a vivir atrás, en el patio de la casa, como gente de segunda clase.
Ese odio que guarda Fidel, no solo acaba con Fidelito, su hijo mayor, quien se suicidó por una depresión, sino que se irriga por Latinoamérica. Igualmente pasó con Marx, quien tuvo una vida fracasada.
Algunos filósofos llaman al marxismo, lo que llamo el Síndrome de Caín, una aberración del ser humano. Ambos, Castro y Marx, con un alto grado de inteligencia, siempre utilizado para el mal.
En Colombia el estratégico proceso de implementación se inicia con la toma del Palacio de Justicia, donde se inmoló a lo más granado de la jurisprudencia nacional, quienes ostentaban un alto nivel de ética. A los que había que sacar del camino, para seguir después con dos de los más fuertes opositores: Luis Carlos Galán Sarmiento y Álvaro Gómez Hurtado (ambas víctimas de los narcos políticos de izquierda), que, de haber llegado al poder, hoy las cosas fueran diferentes. Y Álvaro Uribe Vélez el ultimo bastión y muro de contención que nos queda para combatir este flagelo. Flagelo peligroso por el nivel tan alto de odio que conlleva, aquel que hizo que Caín matara a Abel.
El doctor Uribe Vélez hoy es víctima de la persecución de este grupo que tiene el alma invadida por el mencionado síndrome, donde están incluidas las vergonzantes altas Cortes y el aparato judicial, al que pudieron empezar a cambiar con la toma del Palacio de Justicia.
Allí, ese nefasto día de noviembre de 1985 empezó la gran debacle nacional y el camino incierto y peligroso por donde nos lleva en estos momentos aciagos de la vida nacional el Síndrome de Caín.
Publicado: febrero 17 de 2022
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