Gustavo Petro es comunista, aunque lo niegue y trate de ocultarlo una y otra vez. Su pensamiento político sigue siendo el de un feroz guerrillero del M-19, movimiento de cuyas tenebrosas hazañas hizo parte y de las que no ha mostrado signo alguno de arrepentimiento. Su comunismo es el de las dictaduras cubana y venezolana, con las que tiene nexos inocultables. Es el candidato del estalinista Iván Cepeda. la madurista Piedad Córdoba, los ex-Farc que hoy se denominan Comunes y el ELN, entre otros extremistas de izquierda.
Pero como sabe que si exhibe su verdadera identidad política no podrá obtener el apoyo que anhela para llegar a la presidencia de Colombia, se reviste de cuanto ropaje pueda echar mano para conquistar incautos que apoyen sus aspiraciones.
En varias ocasiones he llamado la atención sobre su índole demoníaca. Su discurso engañoso lo muestra como fiel discípulo del que en los Evangelios se identifica como el Príncipe de la Mentira, el mismísimo Satanás.
Hace años el papa Pablo VI, ya canonizado, denunció que el humo de Satanás se había filtrado por las rendijas de la Iglesia. Hoy uno de sus agentes ha penetrado en el Vaticano, vaya uno a saber si con el beneplácito del papa Francisco.
Petro ha dado muestras inequívocas de que no es católico, a pesar de haber estudiado en su adolescencia con los Hermanos Cristianos. Pero en una movida oportunista para descalificar el confeso ateísmo de Alejandro Gaviria, salió a evocar ese episodio de su vida, manifestando su adhesión al Cristo revolucionario que dicen admirar las izquierdas y a la Teología de la Liberación.
Con todo, en alguno de sus discursos puso en duda la existencia de Dios, fuera de que en un trino se declaró librepensador. «Menos religión y más ciencia», fue una de sus consignas en la pasada campaña presidencial, así como el anuncio de que ordenaría el retiro de todas las imágenes religiosas en los espacios públicos, dado el carácter laico del Estado colombiano.
Para lograr el apoyo de un dirigente cristiano, declaró su adhesión a la causa del aborto cero, a lo que otros personeros de la misma confesión le replicaron que como alcalde distribuyó unas cartillas de propaganda abortista. No hay que olvidar, además, su confesa adhesión al programa de homosexualización de la sociedad, tal como puede apreciarse a partir del siguiente enlace en el que aparece izando la bandera LGTBIQ+: https://www.facebook.com/watch/?v=1096471790539706
El discurso de odio y resentimiento que pronuncia Petro por doquiera es del todo incompatible con el credo católico. ¿Qué pensará el Papa de las temerarias acusaciones que lanza contra el presidente Duque cuando asegura que le ha ordenado al Esmad que les dispare a los ojos a los manifestantes, o cuando dice que el ex-presidente Uribe manda a matar muchachos? Su intemperancia es simple y llanamente criminal.
No sabemos qué hablaron Petro y el Papa, pero es poco probable que se haya confesado y pedido la absolución. Si lo hizo, bien podría decirse lo mismo que cuando Talleyrand visitó en su lecho de muerte al agonizante Mirabeau: «Digno penitente para ese confesor».
Nada bueno para Colombia cabe esperar de ese encuentro. Si del mismo se sigue que Petro ha ganado votos católicos, nuestra cercanía al abismo se ha acortado. ¡Dios nos libre!
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: febrero 3 de 2022
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