Siendo realistas, hay que aceptar que cada vez que en Colombia se posesiona un nuevo gobierno, el país en pleno abriga las esperanzas de que se solucionen los problemas, es decir que se cumplan las promesas de campaña. Empero, la frustración vuelve a contestar a lista en la vida de la Nación cuando ese mismo gobierno entra en el periodo de fenecimiento (Ver Clavijo: Colombia un salto al vacío, 2016).
Las incoherencias a nivel gubernamental por jugar a lo políticamente correcto, como le sucedió al gobierno de Iván Duque todo el tiempo, y la impunidad no son más que manifestaciones de un mal manejo del Estado el cual para el panorama electoral del 2022 en vez de guardar una esperanza en el próximo gobierno, lo que se presenta es una desesperanza compleja e incierta desde todos los puntos de vista porque tenemos a una sociedad acorralada, secuestrada, por cuenta de las diferentes formas de lucha que se quieren tomar el poder cueste lo que cueste como quedó en evidencia con el ataque al hotel Radisson donde se realizó el Foro de Madrid en Bogotá el pasado viernes 18 de febrero.
El Estado colombiano, a su vez, en todos sus poderes, presenta una profunda crisis de legitimidad y credibilidad ante la población.
Tanto ha sido su deterioro institucional que los teóricos del marxismo estarían felices en estos momentos porque, desafortunadamente, todas las condiciones objetivas para la toma del poder están dadas.
Una de ellas consiste en acorralar al Estado permanente.
Hagan de cuenta que es una figura similar a la de un boxeador el cual es arrinconado en la esquina por su contrincante y no logra salir de esa esquina.
O, de secuestro el cual solo se libera cuando se cumple con las exigencias del chantaje, así como hicieron con los secuestrados de las FARC, Ingrid Betancur, por ejemplo, tristemente recordada en estos días gracias a la señora Piedad Córdoba y su turbante.
O, lo que hacen las centrales obreras con su permanente chantaje al gobierno, cualquiera que sea.
Para comprender el concepto del Estado acorralado, secuestrado, es necesario remontarse a la mal lograda constitución de 1991, toda buena obra tiene su castigo, donde las organizaciones narcotraficantes lograron arrinconar al Estado primero mediante el secuestro impune de Álvaro Gómez Hurtado de parte del M19, posteriormente con la sangrienta y demencial toma del palacio de Justicia por el mismo M19.
Hoy, el Estado colombiano se encuentra acorralado, secuestrado, por los constantes embates de las diferentes formas de lucha, entre ellos la primera línea, las nuevas camisas pardas del Petro chavismo, quienes se tomaron por siempre el Parque Nacional en Bogotá ante la complacencia de Yo, Claudia.
Gracias a la constitución de 1991, un Estado colombiano que era uno solo quedó dividido en varias partes, territorios y poblaciones otorgando nuevas jerarquías legales y constitucionales como las comunidades indígenas las cuales tienen secuestrado a la sociedad mediante el chantaje permanente, hoy en el Cauca, por ejemplo, y sometida y secuestrada a Cali por cuenta de la primera línea, de nuevo.
Por todo lo anterior, el Estado colombiano se encuentra arrinconado, secuestrado, ante el marco normativo existente no solamente de la constitución del 1991, sino del acuerdo de paz del teatro Colón con las FARC, creando un para Estado al servicio del narcotráfico como lo es la JEP.
Nace, entonces, la pregunta: ¿El próximo presidente podrá gobernar con el marco normativo actual?
O, quedará secuestrado por el marco normativo existente.
O, Petro dirá: Juro sobre esta moribunda constitución, ante la mirada atónita de Duque. Igual a como lo hiciera Chávez ante el moribundo Caldera.
Y, todos contentos.
Y, Piedad con su turbante se dedicará a la fabricación y comercialización de empanadas con Saab.
Puntilla: Mientras tanto, alguien me puede explicar: ¿para qué sirven los gestores de convivencia de la nefasta alcaldía de Yo, Claudia?
Rafael Gómez Martínez
Publicado: febrero 22 de 2022
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