Quizás mi formación me lleva a comparar el país con una enfermedad descrita hace siglos y que se conoce como epilepsia. Cicerón la describía como “estado desarreglado del alma”. Ver los registros temblorosos de la nación en las últimas dos semanas le dejan con el alma revolcada: ataques y sevicia en Arauca y Norte de Santander. No es cuarta ola, es inundación de violencia: Cauca, capitales como Cali y la mismísima Bogotá.
Nadie olvida cuando ve a una persona convulsionando: la mirada extraviada, los labios enojados y la lengua ensangrentada. Los brazos extendidos y movimientos sin propósito. Luego de la descarga, el agotamiento y la confusión. Se cae en un sueño profundo. Son las ráfagas de impulsos de un cerebro desorganizado y que, en esta modalidad de crisis, tonico-clonicas, tiene su más clara elocuencia. Si no hay pausa y el enfermo sigue convulsionando entramos a una urgencia neurológica que se llama estatus epiléptico. Una seguida de otra. Colombia está en esa condición: crisis de violencia sin parar.
La comunicación eléctrica del cerebro la podemos registrar. Con ese propósito se inventó el electroencefalograma (EEG,1924). Se recoge la información de esta actividad y se hacen, en algunos casos, estímulos para aumentar su sensibilidad. El registro exaltado del país es irrebatible, no necesita más provocaciones. Me imagino su trazado: de puntas y ondas nocivas, desordenados, escondiendo el ritmo de base y con descargas que superan el papel donde las plumillas escriben. Las líneas onduladas serian reemplazadas por un remolino de rasgos criminales. Informe de Colombia: Altísimo voltaje y frecuencia. Entre las espigas execrables de mayor amplitud se documenta la del parricida que asesinó a su madre y hermano sin el menor remordimiento.
¿Que hay en la mente de un criminal y como es su neurobiología? Hay dos estructuras cerebrales que trabajan en forma armónica y son responsables de las decisiones. La primera es el lóbulo prefrontal el cual se ubica por encima de los ojos. Un lobulillo de los tres que lo integran es el córtex orbito-frontal. Esta región se apaga en ciertas condiciones (secuelas de un trauma) y cuando eso sucede los pacientes no sienten culpa o remordimiento al hacer daño o lesionar a las demás personas. Son guiados por la impulsividad y la violencia es el medio para conseguir lo que se proponen. Se ha demostrado que las mentes criminales tienen una función disminuida del conjunto del lóbulo prefrontal.
La otra estructura es la amígdala del lóbulo temporal, nuestro radar emocional que se activa cuando hay peligro y responde con los mecanismos de ataque o de huida. Múltiples estudios han demostrado que en los cerebros de los criminales la amígdala esta disminuida un 18%. Algunos han considerado que por esta razón los asesinos no sienten miedo o empatía cuando planean sus fechorías. En otras palabras, función pobre de quien controla las emociones y exagerada función donde se producen. Esta conclusión de más de 20 años, se obtuvo con estudios de PET (tomografía de emisión de positrones) de 41 asesinos convictos en donde la función ejecutiva del cerebro estaba disminuida y se evaluó comparándola con el grupo control de personas sanas.
Raine, el famoso neurocriminologo inglés y profesor de la Universidad de Pensilvania acuño esta frase que resume la función de estas dos estructuras del sistema nervioso central: el lóbulo prefrontal es el ángel guardián del comportamiento y la amígdala es el diablo. Ángel es la conciencia y diablo es la emoción o tentación. En la narrativa del ángel del hombro este lleva el arpa y el demonio las pezuñas. A este par de figuras místicas llegan los factores que determinan el comportamiento: los genéticos y los ambientales.
Señalamos entre los genéticos uno de los descubrimientos más importante: la enzima MAO-A localizada en el cromosoma X. Tiene la función fundamental de degradar ciertos neurotransmisores como la serotonina y la dopamina. Cuando no funciona bien o es defectuosa, el paciente tiene una mayor tendencia a la agresividad o impulsividad. Explica esto también porque en las mujeres, quienes tienen dos cromosomas X, puede el sano suplir la deficiencia del otro. Por eso, son menos agresivas o violentas. Hay un gen singular que altera la estructura de la MAO-A y modifica su función. Se conoce con el nombre del gen del guerrero. Cuando esta condición está presente induce el mal oficio de la enzima y el individuo tiene reacciones exageradas y constantes de agresividad e impulsividad.
Estas diferencias estructurales, que estamos investigando y conociendo, no exime a los individuos de su comportamiento homicida y del rol que tienen en la sociedad. Mucho menos de las obligaciones y responsabilidad penal.
Diptongo: Impunidad: terreno fértil para que germinen los cerebros criminales.
Publicado: febrero 4 de 2022
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