Desde hace unos días la oposición ha desatado su iracundia contra la jefe de gabinete del presidente Duque, María Paula Correa, por cuenta de los abusos cometidos por uno de sus asesores quien soterradamente dedicó buena parte de su tiempo a patinar y conseguir contratos para su esposa en distintas entidades, a lo largo y ancho de la geografía colombiana.
Se cuestiona a la doctora Correa alegando que ella tenía el deber de conocer las andanzas del exasesor Mayorquín algo a todas luces absurdo e imposible.
Hay que analizar el asunto con cabeza fría. Efectivamente Mayorquín, quien llegó a la oficina de Correa gracias a la recomendación que de él hicieron varios funcionarios que daban fe de su bien desempeño como asesor en el Congreso de la República, se concentró en la presentación de su esposa ante diversas entidades. En algunas ocasiones reveló su estatus marital y en otras simplemente presentó a la “empresa” sin aclarar que en efecto se trataba de su cónyuge.
Les corresponderá a las autoridades -judiciales y de control- establecer si la favorecida, la señora Karen Váquiro cumplió a cabalidad los objetos contractuales o si, en cambio, se dedicó a cobrar los honorarios mensuales sin hacer tarea alguna.
La responsabilidad recae en Mayorquín y Váquiro quienes sabían que estaban obrando por fuera de las normas dado que ella, en múltiples documentos, ocultó su estado civil precisamente para evitar que las entidades contratantes identificaran el evidente conflicto de intereses dada la condición que ostentaba su esposo.
Distintas fuentes de la Casa de Nariño le aseguraron a este portal que aquel sujeto era un asesor más de la oficina de la jefe de gabinete.
Resulta absurdo pretender que un jefe conozca las actividades desarrolladas por la pareja de uno de sus subalternos, máxime si esta habilidosamente miente en sus hojas de vida al decir que es soltera. La jefe de gabinete del presidente Duque ha sido enfática al afirmar que la maniobra de Mayorquín, quien no era su asesor principal como han dicho los enemigos del gobierno, fue un abuso de confianza. Ese sujeto, valiéndose de su condición de empleado de la Casa de Nariño se dedicó a llenar sus alforjas dando pisadas de gato ante diversas entidades en las que logró colar la hoja de vida de su inexperta esposa a la que presentaba como una experta cabildera que se mueve como pez en el agua por los pasillos del Capitolio Nacional.
Grave y cuestionable sería si la doctora Correa o el director del Departamento Administrativo de la Presidencia se hubieran prestado para tapar el asunto o si hubieran tenido conocimiento de las jugadas de Mayorquín sin tomar las medidas correspondientes. Todo lo contrario. Apenas se conoció el anónimo que brindaba indicios de la situación, se procedió a abrir la respectiva investigación disciplinaria interna que desembocó en la destitución fulminante del funcionario.
Se quedarán con los crespos hechos quienes quieren defenestrar a Correa por cuenta de este caso. El proceder de esa funcionaria ha sido impecable y buena parte de la rabia que muchos sienten hacia ella -incluidos algunos uribistas- se debe, precisamente, a su verticalidad en el manejo de los asuntos del Estado y, por supuesto, de la burocracia.
Publicado: enero 16 de 2022
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