No se ha cumplido un mes desde que se amplió el pico y placa y el comercio ya está sufriendo las consecuencias de una medida improvisada y problemática. La reactivación económica de la ciudad, que logró cifras tan positivas durante el segundo semestre de 2021, se puede ir al piso si nada cambia.
En los 23 años que lleva el pico y placa en Bogotá solamente en una ocasión, en 2009, se implementó todo el día. De resto, siempre fungió como una restricción útil en las horas de mayor congestión vehicular.
De hecho, esa única vez donde se extendió su aplicación la ciudad terminó peor que como estaba, dado que los hogares, para hacerle el quite a la medida, adquirieron nuevos vehículos, con lo cual se aumentó el parque automotor y nada se logró.
Por eso, desde la administración Petro, y eso es mucho decir, hasta ahora el pico y placa se mantuvo por horas. Algo que deja tranquilo a todos los sectores, no genera afectaciones adicionales y permite que las personas ajusten sus rutinas a estos horarios.
Tan es así, que en menos de un mes que lleva la restricción extendida el 75% de los comerciantes se han visto afectados, se han disminuido los clientes y más de la mitad de los negocios han registrado caída en las ventas en comparación al mismo mes del año pasado.
Y es apenas lógico. Gran parte de las familias prefieren quedarse en casa antes que desplazarse en transporte público para hacer actividades no esenciales. Los restaurantes, los centros comerciales y el sector del entretenimiento quedan en el limbo al dejar de recibir el flujo de personas que normalmente podrían asistir a estos sitios en las horas sin limitación.
Y si a esto le adicionamos el nuevo pico y placa de los lunes festivos, terminamos de completar la crisis perfecta. Con esta decisión prácticamente se acaba con el sector gastronómico de la sabana de Bogotá. Nadie va a salir un festivo a almorzar a los municipios aledaños con el riesgo de tener que esperar cuatro horas para poder retornar a la ciudad.
En últimas, estos cambios al pico y placa pueden generar una ilusión de mejora en el cortísimo plazo, pero son completamente perjudiciales a mediano y largo plazo. El riesgo de adquirir nuevas motos y carros estará más que latente y difícilmente el comercio podrá adaptarse a una realidad que trae muchos más problemas que soluciones.
Irónicamente, el gran obstáculo para lograr un ajuste en la restricción no es la evidencia técnica ni el llamado legítimo de los diferentes sectores, sino el orgullo de la Alcaldesa que muy seguramente no le permitirá reconocer que se equivocó.
Publicado: enero 25 de 2022
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