En un país, como Colombia, sitiado por el desorden en lo moral, en lo económico, en lo fiscal, donde la vida humana constituye una despreciable entelequia, violada todos los días en diversas comarcas, en el cual el secuestro y la extorsión en sus más proditorias advocaciones parecen haberse convertido en rituales prácticas comunes e impunes, lo más revolucionario que se puede proponer a una sociedad tiene que ser el orden (Ver Monroy Reyes, 1992).
Colombia, en pleno siglo XXI, está tocando todos los fondos habidos y por haber.
Estamos viviendo en medio de una sociedad enferma, como bien lo comentó el doctor Alejandro Ordoñez Maldonado en su momento.
El desorden estructural moral de una sociedad pagana, materialista, hedonista, que se alejó de sus valores cristianos y conservadores la están llevando a un abismo sin fin donde la anarquía y el caos la conducirá a su autodestrucción masiva.
Lo peor de todo este anárquico y caótico escenario es que la sociedad se va acostumbrando al mismo, casi sin reaccionar.
Sometidos a un banal trasegar de su existencia, sin ninguna grandeza, sin ninguna profundidad intelectual, ni moral.
Subyugados a la destrucción moral de nuestras tradiciones, de nuestras instituciones.
Una sociedad que solo trasciende por lo viral en sus redes sociales, es una muestra que perdió todos sus valores. Que perdió su norte.
Colombia, sufre un desorden en todas las áreas de su existencia física, moral, espiritual con una notoria hipertrofia del intervencionismo estatal. Un Estado que se ha convertido en todo un ente supremo como lo visualizó Orwell en su obra 1984, un Estado vampiro, por momentos amoral, que todo lo quiere a su haber.
Una sociedad que permite y que justifica los paros ordenados para desestabilizar no solo la economía, como lo logró, sino la democracia, como lo está logrando, es la muestra de una sociedad enferma.
Al final, el precio de la caja de huevos de Carrasquilla fue insignificante.
Que Petro y Hernández estén ganando en las encuestas es una muestra de una sociedad enferma.
En materia de orden público un Estado débil, pusilánime, cobarde,
lento, temeroso, paquidérmico.
El Partido Conservador, inexistente. No defiende lo que tiene que defender: Su doctrina: El orden, los valores cristianos, la familia, la libertad.
Se suma a lo anterior, la derecha cobarde que no propone nada. Solo juega a sus cálculos estructurales como el Centro Democrático, dispuesto a capitular bajo O.I.Z a todos sus principios morales para entregarse a una coalición que nada aporta, solo calcula.
A su vez, los actores políticos ahogándose en el ego de sus vanidades y coaliciones las cuales se convirtieron en la compra de conciencias morales.
El obispo de Cali, Monsalve, guarda silencio cómplice ante el atentado perpetuado a los valientes hombres del ESMAD.
Como tampoco se reacciona frente a las tomas urbanas cotidianas en los portales de Suba, Américas, Usme, Yomasa.
Yo, Claudia fustiga al ESMAD y la policía como parte de las diferentes formas de lucha, mientras que el alcalde de Cali, guarda silencio cómplice, al igual que Monseñor Monsalve.
La pálida y temerosa respuesta del ministro de Defensa Molano frente al atentado perpetrado en Cali.
¿Por qué esperar al 28 de enero para militarizar a Bogotá, o al país?
El juego políticamente correcto del gobierno de Duque le está pasando una factura muy fuerte. Y, al CD, también.
Mientras atacan al ESMAD en Cali, su alcalde de vacaciones en Cartagena, el de Cartagena a Egipto de vacaciones.
No hay derecho.
Para las próximas elecciones es sencillo: O son ellos, o somos nosotros, de nosotros depende.
El orden, doctrina clásica conservadora, debería ser la prioridad para recuperar el terreno perdido.
Mientras tanto, Putin, quien no juega a lo políticamente correcto, en silencio, activará la fábrica de fusiles Kalashnikov en Venezuela. En pleno año electoral. Curioso, ¿no?
Puntilla: Qué le hicimos los bogotanos a Yo, Claudia y su foulard de muchos colores para merecer esta tortura. Que desgracia tan infinita.
Rafael Gómez Martínez
Publicado: enero 11 de 2022
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