Esta semana saldrá a la venta un libro del excomandante del Ejército, el general Jorge Enrique Mora Rangel en el que se referirá al proceso con la banda terrorista de las Farc.
Una de las ‘jugaditas’ de Santos fue, precisamente, seducir a Mora para que este accediera a sumarse a la delegación de negociadores del gobierno.
La aceptación de Mora generó un fuerte impacto. Era visto como un oficial íntegro, que no prestaría su nombre para darle legitimidad al acuerdo que se negociaba a espaldas del país en La Habana.
El se ha defendido. Ha dicho que su presencia en la mesa era fundamental para evitar que se cometieran arbitrariedades mayores, argumento débil porque más bajo era imposible llegar. Las Farc fueron amnistiadas de facto, con un tribunal hecho a su medida, sin reparar a sus víctimas, con su fortuna producto del narcotráfico intacta, mientras que los miembros de la Fuerza Pública quedaron en el peor de los mundos. Sometidos a la jurisdicción en la que los magistrados tienen evidente identidad ideológica con la guerrilla -muchos de ellos fueron abogados de cabecillas del terrorismo en el pasado-, obligados a humillarse infamemente para evitar morir en una cárcel y, en no pocos casos, sometidos al insoportable chantaje de tener que confesar hechos que no cometieron en aras de no ser condenados. Injusticias y sinrazones por donde se le mire.
No viene al caso fustigar al general Mora. El, en el fondo de su corazón tiene que ser consciente de la magnitud de su equivocación. Seguramente hubo elementos personales que lo impulsaron a caer en la trampa que le tendió Santos. Debió creer que al sumarse a la mesa de negociación con las Farc salvaría su propio pellejo de injusticias futuras, pues su nombre ha sido infamemente mencionado por parte de colectivos de abogados de la extrema izquierda en graves crímenes.
¡Claro que hay que leer el libro de Mora! Es fundamental conocer a fondo sus razones y sus argumentos, con la esperanza de que en las páginas del mismo él logre dar las suficientes explicaciones para que la opinión pública le perdone el grave error que cometió y el acto de traición que, seguramente sin darse cuenta, cometió contra todos los miembros de la Fuerza Pública.
Lo que el general jamás podrá explicar es porqué tantos amagos de renuncia. Desde el principio se supo que la mesa de La Habana estaba diseñada para favorecer a los terroristas y él no era ajeno a esa realidad. Él, con su presencia y participación en esas negociaciones, coadyuvó el ignominioso resultado del que hoy se “celebran” 5 años. Su libro debió ser escrito y publicado al comienzo de las negociaciones. Aquello habría hablado muy bien del oficial. Pero ahora, cuando todo está consumado, cuando nada de los pactado es reversible, las palabras del general Mora Rangel -por fuertes que llegaren a ser- son adornos que ni quitan ni ponen.
Publicado: noviembre 29 de 2021
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