En el 2008 comenzó a forjarse la nueva historia de Barranquilla. El artífice fue Alex Char. El punto de partida no podía ser más adverso: una ciudad en quiebra, con infraestructura decadente y habitantes que no se sentían orgullosos de su origen. Todos creían que la ciudad estaba desahuciada.
Cuatro años después asumí como gobernador del Magdalena. Enamorado e inspirado del modelo de transformación que significó para Barranquilla, ese primer período liderado por Alex Char, me esforcé en aprender y aplicar todo lo bueno. Por más que mis opositores se empeñan en desconocerlo: ¡logramos devolverle a nuestra gente un territorio que avanzaba por buen camino!
Entre tanto, en la otra orilla, en ese año 2012, entraba a la Alcaldía de Santa Marta, el representante más funesto que le podía tocar a la ciudad. Carlos Caicedo, el cabecilla de la Banda Caicedo; comenzaba a venderle humo a nuestra gente aplicando la receta del odio y el resentimiento.
Contrario a Barranquilla, el tenebroso jefe de la Banda Caicedo recibió una Santa Marta con un escenario financiero favorable, a pocos meses de sanearse financiera y fiscalmente, beneficiaria de obras importantes en el sector de la educación y con superávit en la ESE Alejandro Próspero Reverand. La ciudad daba pasos hacia su mejoramiento. Faltaba mucho pero iba por buen camino.
Desde entonces y hasta ahora, a punta de populismo, Caicedo y sus títeres han distraído, hábilmente, a nuestra gente repitiéndoles sin descanso que, todo lo malo es culpa de los de ‘antes’ y los aciertos, así sean de gobiernos de sus antecesores, se le deben a él. De esa forma ha ocultado el saqueo de los últimos 10 años.
Quienes le precedieron, le entregaron a Caicedo, el principal cabecilla de la Banda; una ciudad con una envidiable relación con el Gobierno Nacional. Bogotá estaba ‘enamorada’ de Santa Marta. La inversión fluía y se honraba el respeto y el trabajo en equipo entre el alcalde y el presidente.
Como si se tratara de una horda, destruyeron la empatía existente entre la Nación y el Distrito. Instalaron el modelo del odio de clases y aislaron a Santa Marta. Las tormentas sembradas en la última década, hoy las recoge la ciudad en aguas negras, obras inconclusas y pobreza.
Mientras tanto en Barranquilla todo el mundo se ponía la misma camiseta. Orgullosos, el propio y el adoptivo, se declaraban: ¡Barranquilleros! En ese mismo tiempo, a Santa Marta la han convertido en una ciudad ruinosa, cuyos habitantes viven en la miseria y por todas partes huele a corrupción y agua de alcantarilla.
Publicado: noviembre 4 de 2021
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