El candidato socialcomunista Gustavo Petro ha hecho de la mentira una herramienta de acción política. Quienes han leído su libro, han encontrado en sus páginas más falsedades que verdades. En la solapa del mismo, con toda desfachatez Petro se presenta como integrante de la Asamblea Nacional Constituyente que tuvo el encargo de redactar la Constitución de 1991.
De los 70 delegatarios elegidos en dicha corporación, 19 eran del M-19, encabezados por el jefe terrorista Antonio Navarro Wolf. Petro, claramente, no estaba entre los elegidos.
Para la fecha de redacción de la Carta, Petro tenía 31 años y no existe evidencia ninguna de que haya participado, siquiera como asesor de alguno de los miembros de la bancada del M-19.
No viene al caso hacer un listado pormenorizado de las muchas falacias de Petro, pero sí es necesario referirse a la reciente sindicación hecha por él en el sentido de que en Colombia hay una dictadura.
El término es extremo y a todas luces mentiroso. Las dictaduras son la denominación que se les da a los regímenes en los que todos los poderes están en cabeza de una sola persona, donde no existe la posibilidad de ejercer controles ni de respetar las normas promulgadas previamente al momento en el que el dictador asumió el mando.
El siglo pasado, América Latina sirvió de cuna para las dictaduras. Argentina, Chile, Paraguay, Guatemala, Uruguay -donde se entronizó un régimen cívico militar-, Venezuela, Brasil y, claro, Colombia durante un periodo de 3 años, entre 1953 y 1957 cuando el tirano Gustavo Rojas Pinilla derrocó al gobierno legítimo de Laureano Gómez.
Con la culminación del siglo, surgió el nefasto ‘Socialismo del Siglo XXI’ liderado por el tirano venezolano Hugo Chávez, amigo íntimo y alumno de Gustavo Petro. Esa corriente no fue otra cosa que la personería que cobijó experimentos dictatoriales en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador.
Colombia, hasta ahora, ha logrado salvarse de ese modelo corrupto que acabó con las libertades humanas y las economías de los países que sucumbieron ante él.
Petro, ese mismo que tanto alaba a Chávez y que ve en Cuba un referente, plantea un programa neocomunista que riñe con los valores de una democracia.
En cabeza de nadie cabe que el gobierno de Duque tenga visos dictatoriales. Si algo ha caracteriza al presidente de la República, es su respeto a la división de poderes, sin entrometerse en las funciones de las ramas que ejercen contrapeso al Ejecutivo. El Congreso de la República, ha dado muestras de independencia en temas de gran sensibilidad para la administración. Recuérdese cómo, por ejemplo, fueron negadas de plano las oportunas y necesarias objeciones presentadas por el presidente respecto de la ley estatutaria que rige al tribunal de las Farc, denominado JEP.
Si se va a hablar de dictaduras, obligatorio referirse a Venezuela, régimen que según algunos de sus cabecillas -Diosdado Cabello y alias ‘el pollo’ Carvajal- le ha entregado dinero en efectivo a Petro para financiar sus actividades políticas. También, es menester mencionar a Nicaragua, país en el que Daniel Ortega gobierna con mano dura, encarcelando opositores y amañando resultados electorales con el fin de eternizarse en el poder.
Lo mismo con Cuba, isla a la que Petro frecuenta y cuyo régimen jamás ha condenado. De hecho, ha sido huésped de honor de la tiranía que, aparentemente, mágicamente le curó un cáncer, excusa que esgrimió cuando el país supo, por una revelación de LOS IRREVERENTES, que él, Petro, se encontraba en ese lugar sacándole el cuerpo a la confinación decretada cuando estalló la pandemia.
La sindicación respecto de Colombia no dejaría de ser una baladronada más si la misma no saliera de la boca de la persona que encabeza las encuestas de cara a las elecciones del año entrante. ¿A qué está jugando Gustavo Petro? Seguramente su apuesta consiste en tenderle un manto de duda a la legitimidad de las instituciones, pues sabe que, a pesar de ir en el primer lugar, tiene grandes dificultades reales para alzarse con la victoria en las presidenciales, pues su intención de voto no pasa del 23%. Y como el desorden y el caos le ha servido, a punta de sindicaciones falaces pretende agitar los ánimos de los bandoleros que lo siguen con el fin de calentar el ambiente para convertir la campaña política en un escenario violento en el que sus seguidores, de entrada, cuestionen el posible resultado que arrojen las urnas.
Publicado: noviembre 17 de 2021
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