¿Será que nos convertimos en un País donde se volvió normal asesinar soldados y policías? ¿Será que tanta violencia nos hizo perder la sensibilidad? ¿Será que ya hace parte de nuestra realidad ver las noticias sobre estos crímenes?
Muchas fueron las cosas negativas que vivimos en los 80´s, pero quizás uno de los legados más devastadores que dejó esa época fue la pérdida del valor de la vida de los miembros de la Fuerza Pública. El plan pistola de Pablo Escobar hizo de asesinar policías casi que un deporte, como ir a cazar patos o venados en el bosque.
La solemnidad del camuflado pasó a un segundo plano y el respeto por la ley desapareció con la misma rapidez que se llenaban los bolsillos de los sicarios. No importaba que los uniformados fueran padres, esposos, hijos y hermanos. Para el crimen eran un número más en una interminable lista de cuentas por cobrar.
Y aunque los carteles finalmente fueron derrotados por el Estado, esa práctica del camino fácil permeó las bases de nuestra sociedad. La cultura del trabajo fue reemplazada en muchas zonas por la efímera ilusión de adquirir la riqueza mágicamente de la noche a la mañana, sin importar lo que toque hacer para conseguirlo. No hay límites, principios ni valores. Solo una obsesión enfermiza por el dinero.
No importa si es la guerrilla, los paramilitares, las bacrim o las estructuras delincuenciales urbanas. Todos persiguen la misma codicia, mayoritariamente ligada al narcotráfico, donde hay que acribillar a todo aquel que se interponga en el camino. Ni siquiera el temor a Dios o el miedo a aquello que viene cuando llega el fin de la existencia es capaz de mermar la barbaridad de aquellos que aprietan los gatillos con la misma naturalidad con que mandan un mensaje en el teléfono.
Por supuesto que el acompañamiento a los soldados y policías requiere de un aumento del pie de fuerza, mejor remuneración, más equipos, tecnología, inteligencia y firmeza política. Sin embargo, también debemos reflexionar internamente como sociedad y definir qué es lo que somos y para dónde vamos.
¿Queremos ser eternamente un País de narcos, traquetos y delincuentes o recobraremos algún día parte de la normalidad que la violencia nos quitó?
Claro que debemos afrontar muchos problemas en el País, pero creo que este aspecto, tan poco mencionado pero con tanto impacto, debería ocupar un lugar central en la discusión. No podemos permitir que la vida de los miembros de la Fuerza Pública quede reducida a cero. Simplificada a una mera estadística en una fría hoja de Excel.
Los soldados y policías, como funcionarios que encarnan el poder coercitivo del Estado, son una piedra angular en la sociedad. Sin su labor es imposible concebir una sociedad organizada garantice derechos y proteja libertades. Su asesinato es uno de los actos más crueles, inhumanos y atroces que puede sufrir la población y que debe ser rechazado y castigado con la mayor severidad posible.
Publicado: octubre 22 de 2021
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