Colombia no puede volver a los tiempos en los que el asesinato de militares y policías hacía parte de la cotidianeidad. La muerte violenta de miembros de la Fuerza Pública lacera el alma de la nación.
Santos, en su momento, aseguró que las Farc llevarían la guerra -léase el terrorismo- a las ciudades. Y efectivamente eso es lo que ha venido sucediendo. Desde el día en que el expresidente firmó el ilegítimo acuerdo con la guerrilla, las ciudades han visto cómo aumenta exponencialmente el índice de criminalidad.
Bogotá es la que más está sufriendo los estragos de la violencia y la inseguridad. Policías abaleados en las esquinas, ciudadanos primero asesinados y después robados, hurtos en las casas, atracos a mano armada. Un caos incontrolable.
Ha causado conmoción el crimen del subteniente de la Policía Juan Pablo Vallejo quien perdió la vida mientras acompañaba un procedimiento de inspección en los cerros orientales de la capital de Colombia.
Tan pronto llegó la comisión de investigadores al lugar en el que se investigaba un caso de hurto -uno de los miles que están ocurriendo en la ciudad-, pistoleros desataron una brutal balacera en la que el fiscal que presidía la diligencia terminó gravemente herido y el teniente Vallejo perdió la vida.
La tragedia que vive la familia del oficial de tan solo 25 años es conmovedora. Su joven esposa queda viuda con una bebé de un año. En tiempos en los que se habla tanto de las víctimas de la violencia, ellas -la esposa y la hija del teniente- son casos emblemáticos de esa denominación. Ojalá el Estado cumpla su deber frente a esas dos mujeres que en un abrir y cerrar de ojos han quedado en condición de soledad y abandono.
Además de la responsabilidad que le cabe a la administración distrital y a la alcaldesa López, que en mala hora ha depositado la secretaria de seguridad en las manos de un sujeto fantoche e incompetente como efectivamente es el señor Aníbal Fernández de Soto, debe exigírsele mejores resultados a la Policía. Algo está pasando en esa institución pues los índices relacionados con la inseguridad son escalofriantes. En esto, todos los responsables deben hacer la respectiva autoevaluación y proceder a implementar los cambios necesarios en aras de cerrarles el paso a los violentos.
Seguramente los autores del crimen del teniente Vallejo terminarán cayendo. Al final del día se trata de hampones de barrio dedicados al pillaje. Una vez sean capturados, la justicia tendrá que cumplir su parte. Sería francamente lamentable que un juez resuelva que no son personas peligrosas, o que concluya que se presentaron los tristemente célebres “errores en el procedimiento” y que, en consecuencia, deben ser liberados. No. En la lucha contra el crimen organizado el Estado debe obrar de forma monolítica. Garantizando el debido proceso, pero sin contemplaciones de ninguna naturaleza con los bandidos.
@IrreverentesCol
Publicado: octubre 10 de 2021
5