Mientras que en Estados Unidos le dedican otra calle al expresidente Álvaro Uribe, aquí los delincuentes no desaprovechan ocasión para zaherirlo, como ocurrió con un mensaje puesto en pantalla gigante en el parque Salitre Mágico, en Bogotá: «Uribe paraco», decía. Y las disculpas del Parque no son suficientes; esa pantalla tiene responsables y deben asumir las consecuencias. El despido es lo mínimo.
Y acostumbrados como estamos a que para Uribe se aplican otras normas, sorprende y agrada que un juez le haya negado una tutela al alcalde de Medellín, Quintero Calle, quejoso porque Uribe lo llamó «ladrón» en la red social Twitter. Para este juez, el expresidente sí tiene derecho a la libertad de expresión, además de resaltar un tema de reciprocidad, pues Quintero también atacó al exmandatario. ¿O será que a Uribe se le puede tratar de paraco pero él no puede decir ni mu?
Tal vez, todos debiéramos concientizarnos de que no se puede ir por ahí garrapateando o vociferando lo que se nos venga en gana. La semana anterior le impusieron más de ocho años de cárcel a un abogado que le dio por insultar al inefable caricaturista Matador y a divulgar una amenaza, algo así como que ‘hace falta Castaño para callarlo’. Claro que el caricaturista en mención no es una mansa paloma, pues agazapado en su libertad de expresión, ofende y calumnia un día sí y otro también.
Es que la gente se cree con licencia a decir lo que le parezca, como el seudoactor comunista Julián Román, que a propósito de la captura del narco Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, por parte de fuerzas combinadas del Ejército y la Policía, dijo que eran «mafiosos capturando mafiosos», una ofensa vulgar que recuerda el trato que les vienen dando a las autoridades los políticos de esa izquierda que representa Román, como Gustavo Bolívar, María José Pizarro o Ángela María Robledo. Se pregunta uno ¿con qué cara le piden protección a la Policía? ¿A quién acudirá Román si le roban su ‘proletaria’ Harley-Davidson con tecnología AquaShield?
También, por supuesto, no falta el trabajo que hacen las ‘bodegas’ para convertir cualquier desvarío en una aparente realidad, como el cuento de que la captura de ‘Otoniel’ es un montaje tan solo porque el bandido no se hizo matar, como si no hubiera muerto un integrante de la Policía Nacional y como si el capo fuera a terminar en Disneylandia y no gozando de una sola hora de sol al día en una prisión del Tío Sam. Más montaje el del gobierno mexicano que corrió a subir al asesino Granda en un avión y salió con la argucia de que la solicitud de extradición del Paraguay llegó tarde. Ya le vamos a creer a López Obrador que entregaría a uno de sus compinches de izquierda a la Justicia, y menos por algo tan baladí como una oligarca secuestrada que fue enterrada viva. No sería la primera.
Es que muchos creen que las redes les dan hasta el derecho de controvertir las decisiones personales de los demás, como le pasó a la atleta Caterine Ibargüen, quien resolvió lanzarse al Senado por el Partido de la U. Sin duda, es cierto que ese partido es una cueva de Alí Babá, pero lo que ocasiona las críticas de una petrista como Margarita Rosa de Francisco, es que la medallista olímpica no sea de izquierda como ella, una mamerta adicta al champán, el caviar y otras cositas…
Publicado: octubre 26 de 2021
4.5
5