La tragedia del resentimiento

La tragedia del resentimiento

El miércoles pasado por la noche decidí patearme el debate para las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires, quizás porque me negué a seguir escribiendo el capítulo de China de nuestro mensual de Octubre (por agotamiento, valga decirlo), y porque los debates políticos en Argentina nunca decepcionan (por lo duro que se dan los candidatos). Nicolás del Caño es un autodenominado “Trotskista” que está de candidato a Diputado Nacional por el Frente de Izquierda, una fuerza política que hace ver al Kirchnerismo como una fuerza de extrema derecha. Durante los minutos que habló este bárbaro, el tipo soltó, entre otros, el típico “hay que dejar de pagar la deuda pública”, “hay que castigar a los comercios que suben los precios”, “la inflación es culpa de los poderosos”, “hay que reducir la jornada laboral para bajar el desempleo”, etc., etc.   

Es realmente deprimente ver que en pleno siglo 21, bárbaros como Del Caño siguen teniendo tanta acogida en la población. Siempre es el mismo discurso trasnochado, ese de que “los ricos” son los culpables de los males en la sociedad. Ver a Nicolás del Caño me hizo acordar de la promesa que tengo con mis lectores de publicar este cuento legendario por lo menos una vez cada año: “Economía De Bar». Supongamos que 10 amigos se van a tomar cerveza a diario, y que la cuenta del consumo llega a US$100. Si estos individuos decidieran pagar la cuenta de la misma forma como la gente paga el impuesto de renta en Occidente, entonces el pago sería así: los primeros cuatro individuos no pagarían nada. El quinto pagaría US$1. El sexto US$3. El séptimo pagaría US$7. El octavo US$12. El noveno pagaría US$18, y el décimo, el más pudiente, pagaría US$59.

Un día, el dueño del bar le dice a sus comensales: “muchachos, como ustedes son tan buenos clientes, les voy a reducir la cuenta diaria de US$100 a US$80”. El grupo agradece el gesto, y decide que el ahorro se debe distribuir en forma equitativa entre los que pagan la cuenta. Sin embargo, el grupo se da cuenta de que si se dividen los US$20 entre seis, se le estaría pagando por tomar cerveza al quinto y al sexto individuo del grupo (US$20 entre seis da US$3,33). El dueño del bar, viendo la inconsistencia aritmética, aconseja lo siguiente: “¿por qué no dividen los ahorros en la misma proporción del pago?” El pago queda entonces así: ahora los primeros cinco miembros del grupo no pagan nada. El sexto individuo ahora paga US$2 en vez de US$3 (implica un 33% de ahorro), el séptimo individuo paga US$5 en vez de US$7 (28% de ahorro), el octavo paga US$9 en vez de US$12 (25% de ahorro), el noveno paga US$14 en vez de US$18 (22% de ahorro), y el décimo, el más rico, paga US$49 en vez de pagar US$59 (16% de ahorro). El arreglo parece justo, pues todos los del grupo ahorraron dinero.

Sin embargo, al final de la noche y ya con tragos encima, el sexto miembro del grupo dice: “¡Un momentico, yo solo me ahorré US$1 en el pago, mientras que este capitalista se ahorró US$10!” Punto seguido el octavo dice, “¡Es cierto! ¡Me ahorré solo US$3, mientras que este ricachón se ahorró US$10! ¡Los ricos siempre se aprovechan!” Acto seguido, los nueve individuos rodean al décimo, el rico, y lo agarran a patadas. Al día siguiente solo llegaron nueve individuos a tomar cerveza, pues el décimo había quedado mal herido después de la golpiza. Cuando el dueño del bar se apareció con la cuenta de US$80, los nueve individuos se dieron cuenta de que no tenían cómo pagar la cuenta. #OjoConEl2022

@AlbertoBernalLe

Publicado: octubre 26 de 2021

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