Se está convirtiendo en paisaje los videos denominados “paloterapia” donde personas cansadas del flagelo de la inseguridad deciden “aplicar justicia con sus propias manos” contra delincuentes pillados. Los videos que se viralizan en WhatsApp y otras redes sociales parecen tener la aprobación de la mayoría de la gente. Increíble. Esos videos son una prueba más de que el problema de Colombia es más profundo de lo que creemos y que generalmente se sentencia en que todo lo que ocurre es responsabilidad de los políticos y gobernantes.
La “paloterapia” es una barbaridad, es una degradación humana, deterioro grave de la civilidad y de los valores democráticos y constitucionales, violación de todos los derechos humanos. No hay excusa.
Golpear de diferentes formas hasta causarle la muerte a un supuesto ladrón, sicario, violador, o delincuente, por parte de una turba que se enardece cuando lo hacen mientras otros graban la escena macabra en sus teléfonos móviles, es no solo un delito que debe ser investigado y sancionado, también prueba de que colectivamente estamos enfermos mentalmente. Nos enloquecimos.
Pueden existir causas y motivos que generen esos hechos, entre ellos la ausencia de seguridad, autoridad y orden, por parte de alcaldes que piensan más en sus vanidades y alforjas que en cumplir con sus deberes constitucionales como es el de garantizar la seguridad de sus gobernados. También entiendo que en Colombia la administración de Justicia se politizó para hacer tránsito a una justicia espectáculo, selectiva y vengativa ideológicamente; es la misma justicia que un día se niega a ratificar un acto legislativo que buscaba cadena perpetua para criminales y violadores de menores de edad y al otro día deja en libertad a quien asesina al ciudadano por robarle su teléfono móvil o bicicleta.
El epicentro de toda sociedad democrática es su aparato jurisdiccional, ahí reposan todos los principios de la vida moderna y civilizada. El ser humano necesita de la norma, la ley, para poder vivir en comunidad, pero la sociedad necesita quien administre y haga cumplir esa norma o ley con prontitud, independencia y majestad. Pero si existe ausencia de esos elementos el ser humano, el civilizado, el cristiano, no puede proceder igual o peor que los delincuentes y criminales aplicando o aplaudiendo la barbarie que se ejecuta todos los días en las calles de Colombia con las mal llamadas “paloterapias”. Eso no es correcto moral ni éticamente.
En Colombia no podemos seguir relativizando ni promocionando la muerte de seres humanos en el vientre ni con dificultades físicas ni mentales como si fueran un acto de dignidad y heroísmo. La batalla electoral también debe ser contra los promotores de la muerte.
Publicado: octubre 12 de 2021
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