J Balvin es Colombia, un símbolo de trabajo y dedicación que logró internacionalizar el reggaetón y poner a bailar a medio mundo con su ritmo. Acribillarlo mediáticamente por decir lo que piensa es sencillamente absurdo y lejos de retractarse debería sostenerse con firmeza en su posición. Su voz tiene el peso suficiente para asumir un debate donde todo el País lo respalda con orgullo.
Si somos realistas, el reggaetón ya no es el mismo fenómeno aislado de comienzos de los 2000. Se convirtió en una de las expresiones más importantes de la cultura latina y ha logrado ingresar con fuerza a mercados donde difícilmente llegaban sonidos en español.
Y claro, esto no quiere decir que la salsa, el pop o el vallenato hayan perdido fuerza, pero este genero urbano logró salir de los barrios de Medellín para convertirse en algo inherente al día a día de varias generaciones. Un éxito incuestionable donde J Balvin ha jugado un rol excepcional para internacionalizarlo y ponerlo a sonar en Hollywood, Europa o el Superbowl, algo impensado hace un par de años.
Ejemplo de trabajo, perseverancia, dedicación, respeto y emprendimiento, Balvin no solamente se posicionó como un orgullo colombiano, sino también como un referente del género con la autoridad suficiente para emitir opiniones y cuestionamientos sobre la industria de la música.
Personalmente no sé si los Grammys respetan o no el reggaetón o si simplemente utilizan comercialmente a los artistas para después priorizar géneros más tradicionales. No soy experta en música más allá de disfrutar de las canciones como el resto del mundo.
Sin embargo, si uno de los exponentes más relevantes de los sonidos urbanos tiene esa observación, lo último que se debe permitir es la arremetida mediática en su contra, más aún cuando proviene de artistas que se quedaron anclados en un par de éxitos de hace 15 años y que acuden a los insultos para evadir el debate.
De hecho, si las personas que han hecho grande a este sonido no se sienten representadas con la industria y perciben un trato que debería ser distinto, la discusión debería centrarse en cómo corregir las falencias existentes y no en censurar las voces que opinan diferente.
Por lo pronto, mientras la discusión continúa, todo un País que se siente orgulloso y representado seguirá respaldando a uno de sus íconos que sin peleas, escándalos, violencia ni politizaciones innecesarias ha puesto a sonar con altura el nombre de Colombia a nivel global. Todo un berraco que debe seguir adelante sin importar la bulla que le hagan los que no soportan su éxito.
Publicado: octubre 1 de 2021
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