Uno de los exámenes más útiles en la práctica clínica es el frotis de sangre periférica. Tan simple como extender una gota de sangre y colocar entre dos laminillas para verla bajo el microscopio. Arroja información sobre las células sanguíneas, su número y geometría. Determina si el aspecto de la célula es anormal. Para el diagnóstico hematológico se considera “la prueba reina”. El histórico método manual del doble portaobjeto es el universalmente aceptado y si reúne los requisitos de calidad en la preparación se convierte en una herramienta valiosísima en la investigación clínica y etiológica del padecimiento.
Los resultados de este estudio reflejan el funcionamiento de la medula ósea y a pesar de su utilidad, facilidad y baja economía lo ha desplazado lo automatizado: contadores electrónicos y sus sofisticados métodos para realizar los hemogramas. No obstante, no suplantaran el ojo clínico juicioso y entrenado del bacteriólogo para identificar alteraciones en la morfología de las células de la sangre.
Su historia es muy interesante y fue George Richard Minot quien la introdujo. A este Profesor de Harvard le fue otorgado el Nobel (compartido con sus dos compañeros de investigación) por sus trabajos sobre las enfermedades de la sangre. La anemia perniciosa (falta de vitamina B12) y tratamientos naturales (alimentos ricos en hígado) como alternativa terapéutica. Se considera el gestor del primer laboratorio de investigación clínica en hematología.
Uno de los resultados de esta visión directa en la gota de sangre es la detección de una célula extraña denominada linfocitos peludos. Es una producción anormal o exagerada de linfocitos B (un tipo de células blancas) por la médula en donde estas células tienen prolongaciones o vellos y permiten el diagnostico de Leucemia Linfocítica Crónica o Tricoleucemia. Cansancio, pérdida de peso y tendencia a sangrar pueden ser la manifestación de esta enfermedad crónica. Un simple extendido de sangre periférica, hecho en forma diligente en cualquier laboratorio del país hace el diagnostico de este padecimiento.
Siguiendo con el tema salud, afirmaba un exalcalde no médico, con puntería y sin temblor, que la peor enfermedad en Colombia es la corrupción. Para el ciudadano esta endemia lo afecta por encima del empleo, la seguridad y la misma pandemia del COVID-19. Que alivio para todos cuando se anunció con bombas y platillos que los pliegues de contratación tipo ”sastre” (hechos a la medida) desaparecían. Las licitaciones serian extendidos de sangre periférica para ver con claridad y magnificación la pureza de los contratos.
Optimistas veíamos que los “documentos tipo” o “pliegos tipo” serían la “prueba reina” en los modelos de contratación pública. Estandarizar los requisitos para que la vinculación tuviese toda la pulcritud y transparencia. Por fin, la filosofía del Padre Llano llegaría al estado y con ello su salud moral.
Este volátil suspiro de transparencia se fue muy rápido. Los escándalos diarios de corrupción han demostrado que la leucemia está activa. Si ya tenemos los pliegos tipo podemos abrirlos (hacerlos públicos) y extenderlos -como los frotis de sangre periférica- y con microscopio revisarlos para detectar los “linfocitos peludos” de la contratación. La auditoría y control interno como el método manual y el sistema computarizado con todos sus enlaces tecnológicos, sofisticado, las interventorías externas. Estas solo deben guardar lealtad al paciente y respaldar los hallazgos para informar -avalar o alertar- estos resultados al gobierno responsable de la contratación.
Todo mundo conoce el perfil de los nuevos ricos del estado: se hacen notar, compran reinas de bellezas, sus fincas están llenas de descompuestas y toscas groserías donde no faltan caballos de paso de adorno y vacunos que no conocen. Le atraen las camionetas y los guachimanes. Qué decir del saludo de los cantantes en los conciertos numerosos. Viven con la piedra del desquite, volver a las fiestas patronales de su pueblo con dos amiguitas es la dicha de estos fisóstomos. Coronan con el anticipo, la licitación amañada les permite aterrizar en avión propio. Piensan que sobornando nunca dejará de «caer la plata». Y cuando se les casa la hija, las fotos con los políticos que alimentan circulan en las redes sociales.
Los “linfocitos peludos” son células cancerosas. Hasta un estudiante de bacteriología los identifica. Por esta razón elemental no es excusa utilizar “no los vi”. Hay que erradicarlos con decisión. No puede existir impunidad o consideración con ellos. No debe permitírsele -jamás- ingresar al torrente circulatorio de la contratación estatal. Su ADN envenenado de mezquindad, sordidez y avaricia: ¡nunca se corregirán! Llevan el cromosoma de la maldad. Tienen un cerebro dañado y allí, alojada astuta, un alma miserable desangrando una patria anémica… le roban el oxígeno que transporta la justicia social.
Diptongo: Por favor, encarcelen los que pelan a los linfocitos peludos y los presentan pulcros a la contratación estatal.
Publicado: septiembre 17 de 2021