Gustavo Petro y la izquierda entendieron que el debate electoral del 2022 necesariamente pasará -una vez más- por el meridiano de las iglesias cristiano-católicas. Para acercase a estas comunidades religiosas que en el pasado repudió y amenazó, el candidato Petro presentó en su reinicio de campaña por la costa caribe a su nuevo aliado, Alfredo Saade, un vallenato dicharachero que actúa como relacionista público entre las aguas de los políticos necesitados de los votos que movilizan los pastores de iglesias protestantes.
El problema central ni el debate entre religión y política radica en las adhesiones de los Saades; ni en el ateísmo proclamado y respetado de Alejandro Gaviria; tampoco en las metáforas populistas e inexactas que utiliza Gustavo Petro en tarima de parábolas de Nuestro Señor Jesucristo. El problema entre ellos (los políticos) y los cristiano católicos radica que ellos representan ideas teológicas totalmente diferentes y abismalmente peligrosas para nuestra fe.
Desde hace décadas quedo claro, constitucionalmente, que Colombia es un Estado laico, lo que le permitió a todas las religiones e iglesias no católicas ser iguales ante el Estado. Esa laicidad también permitió ser iguales ante el ordenamiento jurídico sin distinción alguna en referencia a nuestras creencias religiosas. Pero esa separación necesaria entre religión y Estado no implica la claudicación de nuestra fe ni de los valores teológicos que se funden en el caso de los cristianos en las enseñanzas escritas en los cuatro evangelios y en el Nuevo Testamento.
Por el contrario. Los políticos han acudido a la política electoral para que desde el poder (gobierno – Estado) se persiga y vulnere gravemente la doctrina de la Iglesia Cristiana a través de leyes y sentencias que buscan minar la roca de nuestra iglesia que se funde en nuestra fe. Gustavo Petro manosea a los cristianos en época electoral a través de los Saades y lo seguirá haciendo a través de falsos pastores o sacerdotes.
Si Gustavo Petro fuera creyente no sería el amplificador de las más rabiosas y contrarias políticas que atentan contra la columna de la iglesia y nuestra fe como lo es la promoción del aborto y la eutanasia, la implementación de la ideología de género, o la adopción de niños por parte de parejas de la comunidad LGTBI. Sin profundizar en los propósitos fiscales y de expropiación contra templos y propiedades privadas de las iglesias.
La cristiandad no está en feria en estas elecciones, por el contrario, esta en pie para librar el “combate, el combate de la Fe” como lo pidió San Pablo en la Carta a Timoteo.
Publicado: septiembre 21 de 2021
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