La reciente encuesta elaborada por la firma Invamer confirma la fortaleza del candidato socialcomunista Gustavo Petro. En todos los escenarios, continúa en el primer lugar en intención de voto.
Aunque efectivamente se refleja un bajonazo de poco más de 8 puntos porcentuales -pasó del 38.3 al 30.2% entre abril y agosto-, Petro tiene una intención de voto que duplica a Fajardo -segundo lugar en la medición estadística-.
Es preocupante que ninguno de los aspirantes de la denominada centro-derecha despunte en la intención de voto. Federico Fico Gutiérrez está en el quinto lugar con el 6.4% y, por los lados del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, quien acaba de anunciar su aspiración, está en el noveno lugar con el 3.6%.
La intención de voto de Petro obliga a recordar lo sucedido en las elecciones locales de 2011, cuando aquel ganó la alcaldía de Bogotá con el 32% de los votos. Si en aquella época hubiera existido la figura de la segunda vuelta para elección de alcalde mayor de la capital, seguramente Petro hubiera sido derrotado.
Hoy por hoy, el jefe neocomunista tiene asegurado el tiquete para la segunda vuelta y ese cupo lo tiene ganado, en buena medida, porque lleva tres años como candidato, sin rivales ni contradictores de peso para las elecciones del 22.
Las campañas políticas exitosas generalmente no son largas. Los candidatos generalmente aguantan su aspiración el mayor tiempo posible, para evitar ser expuestos, cuestionados y atacados.
Petro tiene una estructura política violenta que dedica la mayor parte de sus recursos y esfuerzos en atacar y liquidar moralmente a sus rivales.
Basta con hacer una revisión rápida de las redes sociales para identificar a los denominados “activistas” del petrismo y su modus operandi. Su trabajo consiste en lapidar, insultar, amenazar, amedrentar, calumniar, difundir mentiras contra los opositores de su líder. Son una suerte de ‘camisas pardas’ contemporáneas.
Lo cierto es que la campaña propiamente dicha, no ha comenzado. Lo que no significa que continúe el preocupante “inmovilismo” que se está registrando. Hay que hacer política de la grande. Esta gesta no puede convertirse en una confrontación de insultos como ha planteado Gustavo Petro sino de propuestas serias para la solución de los graves problemas que aquejan a millones de colombianos.
No tiene mayor mérito el hecho de que el socialcomunista puntee en las encuestas. No tiene rival en la izquierda y en el otro lado del espectro ideológico tiene a más de 10 contendientes y ninguno de ellos refleja un mínimo de fuerza electoral.
Los demócratas colombianos tienen el deber histórico de entender la amenaza y el riesgo. Por vanidad, soberbia o sed de poder no puede servirse el futuro de la libertad del país en bandeja de plata para que Petro y su cuadrilla de extremistas entronicen un modelo socialista que destroce los valores republicanos de la nación.
Los electores tienen derecho a saber cuál será el procedimiento a seguir para la consolidación de la coalición. La falta de claridad es un irrespeto a los ciudadanos cuya desesperanza y angustia aumenta día tras día.
Publicado: agosto 18 de 2021
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