La semana anterior me referí al narcodesplazamiento y hoy a la narcodeforestación, y podría escribir también de narcocorrupción, narcoterrorismo, narcopolítica, narcoeconomía y hasta del narcoacuerdo “de paz”, que escondía la claudicación frente al narcotráfico.
En este país de estereotipos, los terroristas que atacaron a la ganadería, la izquierda que la estigmatizó y el santismo que la persiguió, se unieron para culparla también de la deforestación, narrativa que compraron los ambientalistas y algunos medios.
Aplaudo el especial de Caracol que denunció la deforestación, creciente y pública, como los sembrados de coca. Lástima que se hubiera quedado en la acusación sumaria contra la ganadería, con tomas de animales por doquier, y no captara los cultivos, los laboratorios, la devastación minera y los troncos de la tala ilegal viajando por los ríos, protegidos por la negligencia -¿corrupción?- de las corporaciones ambientales.
La deforestación amazónica no es obra de unos ganaderos abriendo parches en la selva. Como reconoce la investigación, mueve enormes capitales, que no son ganaderos, sino de las mafias, en macabra asociación de narcotráfico, lavado y contrabando.
Fácil afirmar que el hato del Guaviare se duplicó, sin preguntarse por semejante milagro de fertilidad; que no es otra cosa que una inmensa operación de contrabando desde Venezuela, que en el gobierno Santos trajo al país cinco millones de cabezas.
Fácil afirmar que después de la firma del Acuerdo aumentó la deforestación, sugiriendo que las Farc se fueron y llegaron los ganaderos a talar selva. ¡Mentira! Allá quedaron las disidencias, los elenos y las mafias, y la deforestación creció por culpa de un Acuerdo que incluía el abandono de la lucha contra el narcotráfico.
Son esas mafias las que acaparan tierras y talan para tener control territorial y asegurar sus cultivos, sus rutas, la minería ilegal y el comercio también ilegal de madera. En 2017, según el IDEAM, el acaparamiento, los cultivos ilícitos y la minería ilegal causaron el 74% de la deforestación.
Seamos claros: Si hay ganaderos talando ilegalmente, o si hay mafias metiendo ganado de contrabando para legalizar su devastación, para eso están las autoridades y la justicia.
FEDEGÁN no representa a esa ganadería, sino a un sector formal e importante de la economía nacional, una actividad legítima y clave en la producción agropecuaria, la vida rural y la seguridad alimentaria.
FEDEGÁN, por el contrario, es líder en sistemas amigables con la naturaleza. Su programa “Ganadería Colombiana Sostenible, con apoyo del Banco Mundial y el Reino Unido, fue el piloto más ambicioso en este campo en América, y señaló el camino para la Nueva Ganadería Colombiana.
Es algo que deberían investigar nuestros acusadores, porque “la culpa no es de la vaca”, sino de la narcodeforestación.
Publicado: agosto 11 de 2021
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