Los niveles de odio y agresión de un sector de las nuevas generaciones, especialmente las que se expresan en redes sociales, son alarmantes. Decepciona ver a jóvenes que no han comenzado a vivir la vida destilar tanto veneno contra la humanidad; el futuro es incierto si ellos son los llamados a ser la nueva sociedad.
Tal vez las redes sociales y la explosión de la información (gracias al maravilloso invento de la internet) nos permitió conocer con mayor dimensión a la humanidad, pero particularmente la condición humana. En el pasado la información estaba sujeta a ser barnizada, revisada, evaluada, antes de que se diera a conocer a la opinión pública, especialmente la que emitían los gobernantes, empresarios, académicos, deportistas…
La inmediatez de la vida moderna nos hace creer que todo, hasta la vida misma, es una competencia sin derecho a pausa o reposo. Valoro de esta generación su capacidad de riesgo, no tiene límites, para ellos no existe obstáculos ni miedos, menos el peligro, viven la vida con una intensidad que tiene matices de locura.
¿Qué censuro de esta generación? Su adanismo. Entablar un dialogo con un joven entre los 18 y 30 años es casi imposible por su nula capacidad para reconocer y entender la historia, para comprender y respetar el pasado de sus ancestros, para dimensionar que la humanidad no comenzó con ellos ni va a terminar con ellos: es una generación arrogante, soberbia, déspota, pero lo más grave, odiadora.
Los jóvenes de hoy no reconocen el esfuerzo y valor de sus padres, menos la de sus abuelos, por el contrario, les avergüenza lo que fueron, lo que piensan, lo que representaron o hicieron, sienten odio y desprecio por los suyos.
Los jóvenes no se dan la oportunidad de revisar, averiguar, indagar, discernir, por los hechos vividos o que les toca vivir, menos por el mundo que les toco vivir a sus padres o antepasados, desconocen que la vida era más dura y difícil que la que les ha tocado vivir y que tanto desprecian.
Su odio es inoculado a través de los teléfonos móviles, porque lo jóvenes de hoy puede faltarle todo menos su teléfono móvil convertido en el peor de los vicios por las redes sociales donde encuentran modelos de vida a seguir -inalcanzables- en influenciadores que siguen enriqueciéndose gracias al tráfico que les otorgan estos jóvenes mediáticos.
En los teléfonos móviles también les enseñaron a odiar a la Patria, el orden establecido que nos da la Constitución Política, a las instituciones, a odiar, señalar, y juzgar, a quien no piense como ellos o a quien se atreva a objetar o contradecir una opinión de su líder político que tiene características de mesiánico, o si no revisen el caso de Felipe Pasos, quien se suicidó después de sufrir el peor de los matoneos en redes sociales por parte de jóvenes convertidos en instrumento de odio y aniquilación de los Bolívar, Cepeda y Petro.
Hoy no se necesita dispararle al contradictor u opositor, suficiente con lanzarlo a los leones de las redes sociales para que encuentre su fin moral o existencial.
Publicado: agosto 24 de 2021
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