La izquierda sentenció que los exmilitares colombianos fueron los asesinos del presidente de Haití Jovenel Moïse, sin que medie investigación, prueba o sentencia. Lo hacen porque es un bocado mediático que abona la tarea de desprestigio y odio contra las Fuerzas Militares.
No sé si los colombianos, desinformados como siempre, saben que los integrantes de las Fuerzas Militares que cumplen con los requisitos legales gozan de pensión o asignación de retiro después de 20 o 25 años de servicio en concordancia con el régimen especial que los cobija por prestar servicio en actividades de alto riesgo. La pensión devengada es modesta lo que los obliga a seguir con su vida productiva; más cuando se tiene entre 40 o 45 años de vida.
Algunos exmilitares siguen su vida laboral en diferentes actividades, otros se vinculan a empresas de seguridad y vigilancia o a la Unidad Nacional de Protección. Los exmilitares capturados y asesinados en Haití pertenecieron al Ejercito Nacional donde recibieron capacitación, instrucción y enseñanza necesaria para poder desempeñarse como soldados profesionales o suboficiales. Estos militares durante dos décadas enfrentaron a los grupos terroristas que operan en Colombia: eso es suficiente experiencia e idoneidad para gozar de acreditación en el mercado internacional de seguridad.
Los mercenarios (contratistas) operan legalmente en el mundo a través de Empresas Militares y de Seguridad Privada EMSP. Estas empresas son contratadas por Estados donde se libran guerras para apoyar a sus ejércitos en actividades precisas y de alta complejidad; también es frecuente que estos servicios se presten a multinacionales dedicadas a actividades petroleras, transporte marítimo y terrestres. En un mundo globalizado, de mercados libres, la seguridad privada también tiene espacio para la oferta y la demanda.
No se si los colombianos detenidos en Haití son responsables del magnicidio, parece que no. Lo que sí se es terminaron siendo chivos expiatorios de una sociedad que se niega a aceptar lo que somos.
La historia de Colombia, al igual que la del mundo, se ha tejido con hilos de sangre. Hacer drama porque unos exmilitares nos hacen quedar mal en el mundo es la estupidez más reciente que recuerdo. Olvidamos fácilmente que somos el país con más cultivos ilícitos de coca del mundo y los mayores productores de cocaína, suficiente para que sea la mayor vergüenza de este país.
Aquí han ocurridos hechos aberrantes que deberían avergonzarnos de verdad, pero la hipocresía e indignidad que nos ronda permitió por ejemplo que los peores criminales de la historia de Colombia, los integrantes de las FARC, sus cabecillas, terminaran de congresistas de la República, de referentes de la moral pública. Hipócritas.
Somos lo que somos: un país de gente admirable, trabajadora, luchadora, decente, honorable, anónima en su mayoría, pero también somos un país que brota lo peor de la condición humana, miren media de hora de noticias nacionales para que se miren en el espejo antes de condenar a unos exmilitares que hacían lo que sabían hacer, prestar seguridad.
Publicado: julio 13 de 2021
3.5