En concepto de Napoleón, cuando el enemigo va camino hacia el abismo no es prudente alertarlo.
Y eso es lo que sucede con la izquierda colombiana que está enfrascada en una pelea a muerte por un asunto menor: la no elección del brutal Gustavo Bolívar como segundo vicepresidente del Senado.
Es importante que lea Una merecida paliza
Bolívar, además de ser despreciable, es un sujeto que despierta miedo por su talante violento, revanchista, agresivo y atrabiliario. En la misma izquierda, son muchas las voces que aseguran que ese individuo es tóxico para la democracia y dañino para el ejercicio político.
Habría sido un verdadero deshonor que Bolívar, que dice que los policías colombianos son unos “malditos cerdos”, o que asegura que él puede hacerle más daño a Colombia que la guerrilla, ocupara un asiento en la mesa directiva del Senado de la República.
Su carácter estalinista hace que su figura despierte más repudio que los propios terroristas de las Farc que tienen presencia en el congreso. Dos de ellos, a diferencia de Bolívar, han estado en las directivas de Senado y Cámara.
En vez de aceptar la inequívoca señal, Bolívar -como buen fundamentalista- desafía e increpa a otros sectores de la izquierda a los que responsabiliza por su aplastante derrota, desatando una vergonzosa pelea que pone sobre la mesa, una vez más, el temperamento violento de quienes se presentan como los promotores del amor y de la reconciliación.
Se están despedazando entre ellos, sacándose en cara todo lo que unos han hecho a favor de los otros. Hasta conversaciones privadas han terminado ventilándose a través de distintas cuentas de Twitter.
El paro, la violencia desatada por la estructura criminal ‘Primera Línea’, el empobrecimiento de la clase media como consecuencia de los bloqueos planificados y ordenados por el petrismo, le pasaron cuenta de cobro al número dos de ese sector extremista de la política nacional.
Al decir popular, a Bolívar no lo quieren ni en su propia casa.
Él, que horas antes de que se produjera su aplastamiento, celebraba con bombos y platillos su “inminente” elección como segundo vicepresidente del Senado, ha desatado su ira -y la de sus matones virtuales- contra sus socios políticos que hace parte de otras vertientes de la izquierda, endosándoles la culpa de su derrota.
Los Verdes fueron notificados: aquel que no cumpla a rajatabla y sin cuestionamientos las órdenes de Bolívar y de Petro, serán sometidos al matoneo y el acoso que esa banda -la Colombia Humana- suele aplicarles a sus contradictores ideológicos.
Petro y Bolívar, que parecen personajes orwellianos, creen que la política se hace aplicando disciplina para perros, fórmula que les funciona divinamente para mantener alinderados a los irreflexivos militantes de su estructura política, pero que evidentemente riñe con los valores esenciales de la democracia.
Insultos van e insultos vienen. El petrismo acribilla moralmente a los Verdes y éstos, a su vez, responden con otros ataques. Ignominioso espectáculo al que está siendo sometido un país que requiere con urgencia propuestas y soluciones a los graves problemas que lo aquejan, y no algarabías por asuntos sin ninguna trascendencia como la segunda vicepresidencia del Senado.
Lo cierto es que todo este nauseabundo episodio es invaluable, dado que es una muestra gráfica de la mezquindad y la sed desmedida de poder y de figuración del señor Gustavo Bolívar.
Publicado: julio 22 de 2021
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