Son tantos y tan frecuentes los despropósitos de Gustavo Petro, que la nación ya empezó a ignorarlos. Una de sus infamias, que al parecer los colombianos ya han olvidado, fue la de solicitar al Parlamento Europeo a finales del año pasado, suspender el Acuerdo Comercial entre Colombia y la Unión Europea (UE) suscrito en el año 2012 en Bruselas, el cual permite, que casi la totalidad de la canasta exportable de Colombia ingrese a las 27 naciones que hacen parte de la Unión Europea sin pagar impuesto de aduanas.
Para tratar de sustentar tamaña canallada y traición, Petro alegó, que entre tanto no se respeten los derechos humanos en Colombia, la Unión Europea debía cerrar sus fronteras a los productos colombianos.
No siendo poco lo anterior, también solicitó, que la sanción fuera selectiva y se aplicara a los sectores económicos que, según él, se benefician del asesinato y el desplazamiento de la población, como el de la producción de aceite de palma y banano. Su injuria y calumnia contra estos sectores demuestra una vez más, hasta dónde llega su odio y resentimiento con aquellos que no aceptan sus obtusos ocurrencias e incendiarios disparates, y porqué, cada día, se radican en los despachos judiciales decenas de denuncias penales en su contra.
Como era de esperase, la perfidia de Petro fue rechazada por abrumadora mayoría del Parlamento Europeo, lo que no ha sido óbice para que Petro persista en su campaña de desprestigio contra democracia colombiana y el Gobierno del presidente Iván Duque.
Si bien Petro sabe de sedición, rebelión y asonadas, el claro que desconoce los beneficios de la integración económica y las bondades de la inserción de las naciones emergentes a la economía de mercado. Al parecer, Petro nunca ha podido entender qué es, la ventaja absoluta, la comparativa y la competitiva, y, por ende, la diferencia entre ellas; como tampoco ha logrado comprender, las bondades de la asimetría contractual que se deriva de los acuerdos y tratados de comercio que se suscriben con países más avanzados y desarrollados.
De estar vivos Víctor Hugo y Winston Churchill, quienes presagiaron un futuro común para Europa, se reirían de este remedo de líder de cusas perdidas.
No olvidemos que el poeta francés dijo: “Llegará un día en que en Europa no habrá campos de batalla distintos al del mercado que se abra al comercio y al de los espíritus que se abran a las ideas”.
A su vez el premier británico, en inolvidable discurso pronunciado en 1946 en la Universidad de Zúrich manifestó: “Existe un remedio que en pocos años podría hacer a toda Europa libre y feliz; consiste en volver a crear la familia europea y dotarla de una estructura bajo la cual pueda vivir en paz, seguridad y libertad”.
Siguiendo esas premoniciones, y gracias a los desvelos de Adenauer, Monnet, Schuman y Gasperi, los llamados Padres de la Unión Europea, en 1957 se firmó el Tratado de Roma que selló la unión, depuso siglos de guerras y confrontaciones vecinales, y fundió las bases de una zona de libre comercio que luego evolucionaría a unión aduanera.
El Tratado de Roma, más que un acuerdo integracionista, constituye el triunfo de la ciencia sobre la ideología. A partir de su entrada en vigencia, la economía en Europa se empezó a regir por la racionalidad científica y no por la ideología política, tal y como lo había implorado 100 años atrás David Ricardo.
Siguiendo el ejemplo europeo, a partir de 1960 en América se empezaron a suscribir acuerdos integracionistas, entre otros, Alalc, Aladi y el Acuerdo de Cartagena; pero el lento desarrollo y avance en estos acuerdos como consecuencia del populismo proteccionista de una clase política regresiva y retardataria, terminó aplazando la integración económica en la región.
En reacción a este letargo, Chile decidió avanzar en solitario y su decisión separatista le permitió convertirse en menos de 30 años, en una economía modelo, desvirtuando la perversa tesis que predica, que el subdesarrollo es endémico y no episódico.
Con todo y el asedio comunista, hoy Chile es la nación con mayor número de tratados de comercio suscritos, y el “milagro” de su economía es resultado de su inserción al mercado mundial. No en vano, el tratado más innovador y avanzado que existe, es el que Chile suscribió con la Unión Europea en el año 2002, que le permite, que cerca del 60% de sus exportaciones vayan al exigente mercado europeo conformado por 27 naciones.
Colombia luego de 5 largos años de negociaciones, logró que el Parlamento Europeo aprobara el Acuerdo Comercial Colombia-UE, el que abrió una anchurosa puerta de oportunidades a las exportaciones colombianas, la que venimos gradualmente ensanchando para aprovechar la balanza comercial favorable que tenemos con el viejo continente.
Pero para que este promisorio intercambio germine, es necesario seguir conquistando mercados distintos al de los commodities, lo que exige diversificar la canasta exportable e incluir en ella productos terminados de alta calidad, de marca y con denominación de origen, listos para su uso o consumo.
También sería deseable, que en medio de semejante contingencia sanitaria, social y económica como la que estamos afrontando, el Banco de la República interviniera, para que se reduzca el costo del dinero, de manera que los beneficiarios de los tratados y acuerdos comerciales sean los exportadores y no los abusivos establecimientos de crédito.
De estar vivos Victor Hugo y Churchill, y los Padres de la Unión Europea, sería inmensa la satisfacción de ellos, al ver que el sueño de la integración no solo se consolidó en el viejo continente, sino que se extendió a otras latitudes, incluidas naciones en vía de desarrollo como Colombia.
Por todo lo anterior, es inconcebible que Petro, con su ignorancia invencible y su mesianismo arrogante, siga pretendiendo desconocer la ciencia, las bondades inequívocas del comercio mundial, así como los monumentales esfuerzos comprometidos por la nación para abrir las compuertas del mercado europeo a nuestras exportaciones.
Pedir al Parlamento Europeo que suspendiera el Acuerdo Comercial que permite el acceso de las exportaciones colombianas al mercado común europeo, fue un acto execrable que los colombianos no debemos olvidar, el cual es propio de la villanía que caracteriza a este ex terrorista y ex perteneciente a la Banda Criminal del M-19.
No conforme con el vandalismo y la anarquía que ha promovido, Petro no desaprovecha oportunidad para tratar de deslegitimar el Gobierno Nacional y las instituciones democráticas, y de ello dan cuenta sus difamaciones ante todo tipo de organismos internacionales. Francamente desconcierta la irresponsabilidad ilímite de este decadente disociador y perverso fletador de turbas.
Es claro que Gustavo Petro y sus corifeos, dejaron de ser opositores del Gobierno, para convertirse en enemigos del país y animadores de su desgracia. Es inestimable e irreparable el daño que Gustavo Petro le sigue causando a Colombia.
Publicado: junio 28 de 2021
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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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