En vez de cobijarse en beneficios tributarios completamente injustificados, es hora de exigirles a las universidades que paguen impuestos. No puede ser posible que estas instituciones sigan sin contribuir a las finanzas públicas mientras el País atraviesa una crisis fiscal sin precedentes.
Si somos sinceros, el régimen legal de las universidades privadas en Colombia es una mentira. En teoría, son entidades sin ánimo de lucro, lo que significa que no buscan generar utilidades con su operación, sino que, por el contrario, todos los ingresos que obtienen son reinvertidos en ellas mismas. Una lógica bastante idealista, pero completamente ingenua y alejada de la realidad.
Y lo digo por una sencilla razón. ¿Acaso tiene sentido que una familia o grupo empresarial invierta miles de millones en una universidad sin pretender recuperar los recursos y generar ganancias? Por supuesto que no. Nadie regala su patrimonio a cambio de nada.
Sin embargo, como la ley no permite que las instituciones de educación superior repartan abiertamente dividendos entre sus accionistas, lo que termina sucediendo es que los dueños de las universidades recuperan la inversión a través de inversiones en finca raíz o reservando los cargos directivos de las entidades para ellos y sus familiares.
No en vano históricamente las posiciones de rector, vicerrector, decano y, en general, los puestos administrativos con salarios rimbombantes son rotados entre los hijos, primos, sobrinos, yernos y nueras de los donantes. En otras palabras, las ganancias las obtienen a través del gasto burocrático de la institución.
Y es apenas normal que se dé esta dinámica. Repito: nadie pone en riesgo su patrimonio a cambio de nada. El problema es que este modelo tiene unas implicaciones nefastas para la Nación, dado que al ser entidades sin ánimo de lucro las universidades se benefician de un régimen tributario donde, en la práctica, no pagan impuesto de renta.
Es decir, reparten las utilidades debajo de la mesa sin asumir los tributos que tienen a cargo las demás empresas del País.
Por eso, es hora de convertir a las universidades en sociedades ordinarias con ánimo de lucro y hacer que paguen impuestos como todos los demás colombianos. Ahora bien, ¿eso implicaría que las universidades se conviertan en un negocio? Ya de por sí lo son… La diferencia, es que con esta medida serían realmente transparentes y contribuirían al bienestar del País.
En especial, en momentos donde el Ministerio de Hacienda y las Comisiones Económicas del Congreso están haciendo maromas para conseguir los recursos que permitan disminuir con urgencia la deuda de la Nación, no perder del todo el grado de inversión y financiar programas sociales para luchar contra la pobreza.
En vez de rasgarse las vestiduras criticando desde la comodidad de un escritorio, las universidades deberían meterse las manos a los bolsillos y renunciar a un régimen tributario que les otorga billonarias exenciones con base en una mentira. Así como a los empresarios se les está pidiendo que hagan un esfuerzo extra para salvaguardar las finanzas públicas, las instituciones de educación superior no tienen por qué ser ajenas a ese llamado y también han de aportar la parte que les corresponde.
Publicado: junio 23 de 2021
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