Aterrada. Así quedé al leer la columna de Paola Ochoa en contra de la lactancia materna. Un escrito que levantó ampolla en la comunidad médica al ir en contra de toda la evidencia científica que existe hasta el momento y que resalta los innumerables beneficios que esto trae tanto para la madre como para el bebé.
Porque seamos claros. Lo que está demostrado tras años de estudios es que la leche materna contiene todos los nutrientes que necesita el bebé para lograr su desarrollo prevenir enfermedades y fortalecer el lazo con su madre. Un aspecto de suma relevancia que tiene implicaciones a mediano y largo plazo.
Por eso, decir que la lactancia es un tema de países subdesarrollados es una cachetada al trabajo que durante tanto tiempo ha realizado la comunidad científica. Una falta de respeto con cientos de pediatras e investigadores que han dedicado su vida a este tema.
De hecho, criticar la fundamentación científica que soporta la lactancia materna sin ser médico ni tener un respaldo técnico es igual de irresponsable a que un médico opine sobre la forma en que un ingeniero construye un puente o un economista hace las proyecciones financieras de una empresa.
Cada quien en lo suyo…
Además, es bastante ofensivo e irresponsable el mensaje que manda ese escrito entre líneas. Sugerir que las agremiaciones del sector salud recomiendan la lactancia materna por intereses económicos en la industria que se deriva de ella es igual a pensar que aquellos que defienden la leche en tarro lo hacen porque tienen participación o relación con las empresas que la comercializan.
Ahora bien, no voy a negar que las leches procesadas pueden ser ricas en vitaminas y minerales. Sin embargo, me niego a creer que lo mejor para un bebé es sustituir la lactancia materna con productos químicos y artificiales que tratan de emular aquello que la naturaleza creó con tanta perfección.
Si ya es de por sí dañino para un adulto consumir alimentos procesados, no me quiero imaginar el impacto que causan los conservantes, colorantes, ácidos y todo el conjunto de elementos industrializados en el cuerpo de una criatura de pocos meses de nacido. Entre más natural pueda ser la ingesta de una persona, mucho mejor.
No obstante, la última decisión la tiene cada madre. Lo que sí no puede ser posible, y hace demasiado daño, es desinformar sin sustento técnico en un medio masivo de comunicación. Claro que todas las opiniones son válidas, pero cuando está de por medio la formación y el desarrollo de los niños, lo técnico y no lo pasional es lo que debe primar en el debate público.
Publicado: junio 25 de 2021
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