La pregunta que se repite insistentemente en los corrillos políticos es la misma: ¿Quién será el candidato para enfrentar a Petro?
Ese interrogante abre un debate interesante respecto de qué debe ser lo primero, si el candidato o el programa.
Es indiscutible que para las elecciones de 2022 debe consolidarse una coalición sólida que enfrente sin titubeos a la amenaza socialcomunista.
Los agentes del petrismo, como el brutal senador Gustavo Bolívar, le apuestan el todo por el todo a ganar en la primera vuelta. Saben que el ballotage reduce sus posibilidades. Eso fue lo que sucedió en Ecuador.
El candidato del chavismo, Andrés Arauz ganó cómodamente en la primera vuelta, sacándole 12 puntos al segundo, Guillermo Lasso.
A pesar del margen, no obtuvo el número necesario de votos para alzarse con la presidencia, razón por la que tuvo que someterse a una segunda vuelta donde el juego es totalmente distinto.
Los ecuatorianos no fueron inferiores al desafío planteado por el correísmo. Entendieron que la democracia estaba en riesgo y cerraron filas entorno a Guillermo Lasso quien se impuso en la segunda vuelta contra todos los pronósticos.
Petro no es imbatible. Su posición en las encuestas es aparentemente cómoda, pero está muy lejos de ganar en la primera vuelta, lo que no significa que pueda bajarse la guardia.
No está de más recordar las circunstancias en las que Petro pudo ganar la alcaldía de Bogotá en 2011. Había 4 candidatos que no comulgaban con el modelo socialcomunista. Ellos eran: Enrique Peñalosa, Gina Parody, Carlos Galán y David Luna. Por vanidad y falta de grandeza, no se pusieron de acuerdo y prefirieron llegar hasta el final, a pesar de que con ello le abrieron la puerta de la victoria a quien sin dudas ha sido el peor alcalde de la historia reciente de la capital de la República.
Petro ganó con el 32% de los votos. Entre Peñalosa, Parody, Galán y Luna sumaron el 58.6%.
Lo ideal entonces es que la coalición dmeocrática colombiana desde ahora fije unas reglas de juego. Es legítimo que los aspirantes quieran correr. En política, al fin y al cabo, nada está escrito.
Pero lo que está en juego es mucho más grande que el acceso al poder. Permitir la victoria del socialcomunismo significa sepultar de una vez por todas la democracia colombiana. Con Petro en el poder, Colombia no volverá a ver unas elecciones libres en muchas décadas.
Lo sensato sería que de manera concomitante con las elecciones de Congreso -marzo de 2022- se lleve a cabo una consulta interpartidista con el fin de que el pueblo decida quién debe ser el candidato en primera vuelta.
Y gane quien gane, es fundamental que se garantice que el gobierno será de coalición, con representación política real de todos los sectores que la integren. El acuerdo debe ser mucho más amplio que la escogencia de las personas que irán en el tarjetón como candidato a la presidencia y a la vicepresidencia.
Entonces es de muy poca utilidad desgastarse en la sugerencia de nombres. Primero el programa, después las reglas y al final las personas. Ya hay precandidatos, todos con condiciones que les permite dar la pelea. Pero el acaloramiento del debate no ha dado espacio para que ellos puedan exponer sus programas y soluciones.
Al establecerse unas reglas de juego, se formalizará un mecanismo que permita oír las propuestas y compararlas para seleccionar de la forma más ponderada posible, sin olvidar cuál es el objetivo: evitar que Colombia caiga por el abismo neocomunista. Porque en un descuido, Petro se puede crecer y ganar en la primera vuelta.
Publicado: junio 9 de 2021
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