El paso de Hugo Acero por la Secretaría de Seguridad y Convivencia de Bogotá ha dejado a la ciudad sumida en un caos sin precedentes. Fueron 18 meses de desaciertos, de una cuestionable gestión en materia de transparencia en la contratación y sobre todo, de la aplicación de una serie de medidas, por demás improvisadas, tomadas sin sustento alguno, al vaivén de los acontecimientos demostrando la ausencia que ésta secretaría dejó en la ciudad.
La falta de autoridad de Claudia López y la ausencia de gestión de Acero, tienen a Bogotá sitiada por la delincuencia, a merced de los violentos, carcomida por la impunidad, en la que el precepto de orden no existe.
Durante el año y medio que lleva Claudia en el Palacio de Liévano, la inseguridad se tomó nuestros barrios y nuestras calles; Los datos reportados por el SIEDCO de la DIJIN y consolidada por la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia del Distrito para el año 2020, mostraron que desde la existencia del confinamiento, la delincuencia se tomó la ciudad.
El temor de salir a la calle, se convirtió, gracias a Claudia y a Acero, en el sentimiento predominante entre los Bogotanos, somos prisioneros del miedo en la ciudad que amamos.
Los gravísimos hechos que observamos durante las semanas anteriores, los desmanes y destrozos que delincuentes encapuchados, azuzados por sectores políticos de la extrema izquierda, nos llevan a ratificar lo que durante tantas ocasiones expresamos: la alcaldesa y su secretario de seguridad, fracasaron en su estrategia de seguridad, derrocharon los recursos de los bogotanos, nunca existió un secretario que impartiera políticas públicas de seguridad y protección; en resumen, han sido incapaces de luchar contra la delincuencia y generar protección a la población de la ciudad.
Durante meses, he insistido sobre la imperiosa necesidad de reorientar el rumbo de la lucha contra la delincuencia en la ciudad, de la necesidad de liderar desde el respeto, el accionar de nuestra fuerza pública y los organismos de investigación e inteligencia, de articular los esfuerzos de los gobiernos nacional y distrital, creando un frente común, que derrote la criminalidad y devuelva a la tranquilidad a la población.
He sido crítico de la gestión errática que se adelantó desde la Secretaría de Seguridad y Convivencia: promoví varios debates de control político donde se mostraba el alarmante deterioro en las cifras de seguridad en la ciudad y propuse, en el mes de abril de este año, una moción de observación que contó con el apoyo de varios concejales de las diferentes bancadas en el Concejo Distrital pero la alcaldesa con su aplanadora política la atajó. Claudia no escucha, su ego no le permite pensar en los bogotanos y prefirió sostener, tozudamente, a su ineficiente secretario, antes que corregir el rumbo.
El relevo en la Secretaría de Seguridad y convivencia, significa, en estos momentos tan críticos para la ciudad, una oportunidad; siempre y cuando, la alcaldesa reaccione y anteponga el bien ciudadano sobre su devaneo ideológico en contra de la fuerza pública y de la autoridad.
La recuperación de la confianza de la ciudadanía, de la percepción de seguridad así como la creación de varios sistemas de protección establecidos en el Plan de Desarrollo Distrital, particularmente los dirigidos hacia nuestros niños y jóvenes y que fueron engavetados por el capricho del nefasto Acero, son una obligación de un reencauce en las políticas de seguridad en Bogotá.
Es poca la confianza que tengo en que lo anterior ocurra pero, como la esperanza es la última que se pierde, espero que Claudia López reaccione y que dé instrucciones al nuevo secretario para que no ocurra lo que ocurrió con el bien ido Acero: que sumió a Bogotá en el miedo y la entregó a los criminales en vez de a las autoridades.
Publicado: junio 27 de 2021
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