Con las unidades de cuidados intensivos a tope y con una perspectiva poco alentadora, la alcaldesa de Bogotá ha advertido que, de seguir las manifestaciones masivas, la capital se enfrentará a una verdadera tragedia humanitaria por cuenta del crecimiento acelerado de contagios.
La ciudad ha podido palear la crisis del coronavirus medianamente bien. Este año de pandemia, ha obligado a la habilitación de nuevas camas UCI para recibir a los pacientes que las necesitan.
Cali, que es el epicentro de los desmanes y de la violencia, registra una ocupación del 95% y creciendo.
Los cabecillas del paro, entre ellos los dirigentes de las centrales obreras más grandes del país continúan insistiendo en que las marchas y las congregaciones no se detendrán. A través de arengas y de mensajes reprochablemente incendiarios, los sindicalistas insisten en poner en riesgo la vida de cientos de miles -tal vez millones- de personas.
Nunca es buen momento para adelantar un paro nacional. La economía sufre de manera grave las consecuencias de ese tipo de jornadas. La gente padece limitaciones. Los enfermos sufren por la falta de atención medica, como es el caso de decenas de miles de personas que requieren de diálisis y que, por cuenta de los bloqueos, no pueden llegar a los centros de atención renal para practicarse esas terapias que resultan vitales.
Como bien ha anotado el presidente Uribe, estos episodios de violencia pretenden generar caos para luego apuntalar la candidatura presidencial del cabecilla del socialcomunismo, el exterrorista del M-19 Gustavo Petro.
Preocupa la falta de respeto que hacia la vida de la gente, tienen los incitadores de la violencia. Esos sujetos, que seguramente ya están vacunados, no observan consideración frente al resto de connacionales que más temprano que tarde tendrán que padecer las consecuencias de su irresponsabilidad.
No se puede olvidar que, cuando llegue la hora de hacer un balance general de esta situación, los muertos, heridos, enfermos, los negocios arruinados, los destrozos a la infraestructura y los daños generalizados tienen un responsable único: Gustavo Petro.
Dado que la justicia colombiana -que procede como si fuera la meretriz de la República- no lo sancionará, les corresponderá a los ciudadanos, cuando sea el momento, castigarlo en las urnas. No puede ser que un sujeto que ha perdido la cordura y que está obsesionado -como buen tirano- con obtener el poder, impunemente empuje hacia la muerte a miles de personas.
Colombia está al borde, por cuenta de Gustavo Petro, de una tragedia humanitaria.
Publicado: mayo 12 de 2021
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