Claramente fue un golpe durísimo e intempestivo. La exclusiva la dieron LOS IRREVERENTES. Por órdenes de la fiscalía general de la nación, en abril de 2018 el capo Jesús Sántrich fue capturado en el marco de una operación coordinada con las autoridades antinarcóticos de los Estados Unidos.
De inmediato la extrema izquierda, procediendo como un cartel de la mafia, cerró filas en torno del sujeto en cuestión. Dos de los más activos defensores de Sántrich fueron Iván Cepeda y Gustavo Petro quienes no ahorraron adjetivos para condenar al fiscal Néstor Humberto Martínez.
Encerrado en el pabellón de máxima seguridad de la cárcel La Picota -lugar frecuentado por ‘Don Iván’ para visitar y atender a los falsos testigos que trabajan para él-, Sántrich recibió una sentida carta suscrita por dos aliados suyos: Álvaro Leyva Durán y Cepeda.
Era el mes de mayo de 2018. Había pasado un mes desde su detención. El farsante Sántrich procuraba llamar la atención y manipular a la justicia declarándose en huelga de hambre, como si el país fuera a permitir que la angustia se apoderara de la sociedad ante la eventualidad de que ese criminal muriera de inanición.
La comunicación, saturada de adjetivos, loas y apologías, es un monumento a la cursilería. Difícilmente dos personas se habían dirigido con tan generosos términos a un jefe de la mafia.
“Le escribimos esta nota para expresarle nuestra preocupación en momentos en que usted -pieza clave de la construcción de los Acuerdos de La Habana-, pone en vilo el valor de su mismísima existencia por considerar que ha sido ofendido moralmente con una acusación que lo destruye por ser quien es y que niega su andar de años por caminos de búsqueda de la paz nacional”, se lee en el primer párrafo de la comunicación.
En criterio de Leyva y Cepeda, Sántrich es (era) un sujeto “inteligente, hábil en la negociación, duro a su manera en momentos en que consideraba se requería esa postura en defensa de los principios; a la hora de la verdad, en momentos de grandes decisiones, paladín conciliador; usted, creativo por excelencia. De ello somos testigos presenciales”.
Curioso concepto que de “paladín conciliador” tienen Cepeda y Leyva. Basta mirar las brutales amenazas de muerte que ese terrorista lanzó desde el refugio que tenía en Venezuela, luego de su fuga de Colombia, para determinar su naturaleza antisocial y peligrosa.
Uno de los puntos de la carta donde se encuentra la expresión más cínica es aquel en el que los remitentes tienen la desfachatez de decirle a Sántrich que “hemos sido testigos, asimismo, de que a pesar de las desconfianzas y de los temores en medio de las adversidades de la implementación, ha llamado a los suyos a cumplir y hacer realidad los seis puntos del Acuerdo de La Habana y en el quehacer político en democracia con el compromiso de acogerse al Sistema Integral de Justicia, Verdad, Reparación y No repetición…”.
Y, como si fueran los jueces de la causa por la que Sántrich estaba en la cárcel, de manera rápida despacharon la respectiva absolución: “No concebimos que la culminación de toda esa obra gigante, de la cual es usted también artífice, pudiera ser un sucio trueque que cambie trozos de gloria, por réditos provenientes de un negocio que, en el mismo documento de paz, surge el compromiso d destruir. Nos consta que en la negociación de ese punto del Acuerdo, usted defendió la necesidad de acabar con ese negocio que tanto daño le ha hecho al país, que insistió en la Mesa en asociar la política de sustitución de cultivos a una verdadera reforma agraria y a ofrecer planes alternativos a los campesinos”.
Las pruebas en poder de las autoridades estadounidenses -que fijaron una recompensa de U$10 millones de dólares por Sántrich- desmienten la benévola sentencia de Leyva y Cepeda, dado que hay evidencias apodícticas que confirman que el capo recientemente dado de baja manejaba negocios de estupefacientes con el poderosos cartel de Guadalajara, grupo delincuencial encabezado por Rafael Caro Quintero, a quien Sántrich se refería como ‘don Rafa’.
Este es el texto completo de la polémica carta que tanto Iván Cepeda como Álvaro Leyva hoy tratan desesperadamente de ocultar:
A Jesús Santrich,
Le escribimos esta nota para expresarle nuestra preocupación en momentos en que usted -pieza clave de la construcción de los Acuerdos de La Habana-,pone en vilo el valor de su mismísima existencia por considerar que ha sido ofendido moralmente con una acusación que lo destruye por ser quien es y que niega su andar de años por caminos de búsqueda de la paz nacional.
Conoce usted el origen de nuestra vocación por la paz. Surgidos en orillas diametralmente opuestas, sin deponer nuestra posiciones e ideales, nos hemos propuesto hacer presencia en los más variados escenarios de la urgente reconciliación nacional. Ni escatimamos ni vamos a escatimar esfuerzos para alcanzarla. En este andar, hemos aprendido que la búsqueda de la paz carece de color político; que repugna con la intolerancia, fanatismos y los torpes ideologismos fundamentalistas; que requiereel compromiso de escrutar la verdad y dar testimonio de ella; que la felicidad colectiva implica conocer al otro, saberlo escuchar, comprender sus anhelos y esperanzas para superar lo que nos enfrenta peligrosamente y convocar soluciones de justicia social tan evidentes y necesarias que están por encima de cualquier bandera, sentimiento de raza, estirpe o condición.
Y lo encontramos a usted en La Habana, Santrich. Venía de hacer uso de lo que consideraba era su derecho a la rebelión. Con otros, como plenipotenciario de la otra parte delconflicto, se sentó a la mesa: inteligente, hábil en la negociación, duro a su manera en momentos en que consideraba se requería esa postura en defensa de los propios; a la hora de la verdad, en momentos de grandes decisiones, paladín conciliador; usted, creativo por excelencia. De ello somos testigos presenciales.
Invidente sí, no por eso ciego. Hemos sido testigos, asimismo, de que a pesar de las desconfianzas y de los temores en medio de las adversidades de la implementación, ha llamado a los suyos a cumplir y hacer realidad los seis puntos del Acuerdo de La Habana y el quehacer político en democracia con el compromiso de acogerse al Sistema Integral de Justicia, Verdad, Reparación y No Repetición. No concebimos que la culminación de toda esa obra gigante, de la cual es usted también artífice, pudiera ser un sucio trueque que cambie trozos de gloria, por réditos provenientes de un negocio que, en el mismo documento de paz, surge el compromiso de combatir y destruir. Nos consta que en la negociación de ese punto del Acuerdo, usted defendió la necesidad de acabar con ese negocio que tanto daño le ha hecho al país, que insistió en la Mesa en asociar la política de sustitución de cultivos a una verdadera reforma agraria y a ofrecer planes alternativos a los campesinos.
Sigue siendo usted un arquitecto central de la paz nacional. Por ello lo esperan los suyos, sus compañeros de lucha. Mire usted además cómo la comunidad internacional reconoce su valiente recorrido y aportes. Por algo han ido al lecho desde el que usted clama justicia a su manera, personajes de la talla de Francisco de Roux S. J., Jean Arnault, Naciones Unidas, Consejo de Seguridad; Eamon Gilmore, Enviado Especialde la Unión Europea; José Luis Ponce, Embajador de Cuba; Anne Heidi Kvalsoren, Enviada Especial de Noruega, y otros de similar estatura y condición.
“Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad,” dijo Nelson Mandela. Santrich, desde polos opuestos de su primer recorrido vital, que lo fuimos nosotros, los que suscribimos esta misiva, le decimos a usted: viva para construir más paz; aún le falta andar para poder dormir por toda la eternidad. Y sabemos que no le tiene miedo a la muerte, sin embargo tenga presente el pensamiento de Stephen Hawking: “No tengo miedo a la muerte, pero no tengo prisa por morir. Tengo mucho que hacer primero.” Y grave en su corazón la enseñanza del Papa Francisco que debe ser estandarte de todos: No se puede interpretar “la existencia como un encontrarse de casualidad en el mundo y un caminar hacia la nada”. No caminamos hacia la nada, Jesus Santrich. Caminamos con usted hacia la paz para todos. Aún para que la gocen sus más crueles detractores. Darse por vencido, jamás.
Bogotá, mayo 7 de 2018.
Álvaro Leyva Durán
Iván Cepeda Castro
Publicado: mayo 19 de 2021
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