Jaime Bayly es, sin duda ninguna, uno de los periodistas latinoamericanos más respetados y serios. Su agudeza argumentativa lo ha consolidado como un faro de los defensores de las libertades democráticas en América.
Para el oprimido pueblo venezolano, la voz de Bayly es un salvavidas en medio de la tormenta. Sus posiciones claras son definitivas en la dura batalla contra la dictadura mafiosa y corrupta de Venezuela.
Hace unos días, en su programa diario emitido desde Miami, Bayly analizó los hechos de violencia que se presentan en Colombia. Con respeto, pero con vehemencia le envió un mensaje al presidente Iván Duque, quien es su amigo y a quien el periodista claramente estima y respeta.
En sus palabras: “El presidente Duque tiene que hacerse respetar, al mismo tiempo que, por supuesto, se respetan los derechos humanos. El presidente Duque tiene que recordarle al país que el que manda, que el que gobierna es él y no un matón enmascarado tirando piedras”.
Entiéndase por “matón enmascarado” al terrorista que amedrenta a la ciudadanía, que atenta contra la vida de policías intentando quemarlos vivos, pero la definición también aplica para los dirigentes del socialcomunismo que desconocen las leyes nacionales y, desde la comodidad de sus casas, incitan a la violencia y al terrorismo, como es el caso de Gustavo Petro.
La percepción generalizada es que el gobierno nacional ha sido incapaz de contener a los violentos y garantizar la seguridad y la tranquilidad en todo el país. Eso es irrebatible y majadero sería alegar lo contrario.
Pero también se ha hecho patente que el gobierno se ha quedado solo, empezando por su partido, el Centro Democrático. Algunos de sus miembros -con excepción del presidente Uribe-han observado una actitud francamente desconcertante. No pocos congresistas en privado son más alevosos con el Ejecutivo que los más alebrestados petristas.
Y así no se puede. En momentos de crisis, la grandeza debe estar por encima de cualquier consideración.
Para bien o para mal del uribismo, Iván Duque es un presidente del Centro Democrático. Los errores y las fallas de su gobierno tienen que ser evaluadas, criticadas y hasta juzgadas políticamente, pero no en un momento tan difícil como el ahora. Más que la permanencia de Duque en el poder, lo que está en juego es la supervivencia del régimen democrático de Colombia, hoy sometido a la amenaza terrorista liderada por Gustavo Petro.
El temperamento reposado de Duque no puede asimilarse como una debilidad de e carácter del primer mandatario. Ha sido paciente en el manejo de la situación, pero el desarrollo de los acontecimientos obligan a que él adopte una posición más dura contra los desbocados criminales, sin pensar tanto en lo que digan o aleguen actores internacionales. Bien vale traer a colación una frase de la dirigente Golda Meir: “Prefiero las condenas que las condolencias”
Uno de los insurrectos, el senador petrista y autor de novelas de baja factura Gustavo Bolívar ha dicho que, si es necesario, ellos -los socialcomunistas- irán “por la cabeza” del presidente de la República. ¿Dónde está la corte suprema de justicia para investigar esa evidente violación de las leyes? ¿Dónde se encuentra la pusilánime Procuradora Cabello para emprender la respectiva indagación disciplinaria? Unos y otra, muertos de miedo frente a los extremistas que incendian impunemente al país y amenazan de frente los principios democráticos de la nación, incumplen sus deberes constitucionales y, por complicidad u omisión están permitiendo que las llamas y el odio consuman a Colombia.
Ya está bueno de tanta consideración. No está de más que el presidente de la República oiga el consejo de su amigo Jaime Bayly se haga respetar. De sus enemigos, de los terroristas que planean tumbarlo y también de los miembros de su partido que en vez de ayudar le aportan a la conflagración.
Publicado: mayo 18 de 2021
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