La crisis nacional no se aplaca. Todos los días toma mayores dimensiones. Al comienzo eran unas vitrinas rotas. Luego vinieron saqueos. Ahora, vamos en ciudades incendiadas.
Las imágenes del palacio de justicia de Tuluá consumiéndose por las llamas desatadas por las turbas petristas, son la notificación apodíctica de que los militantes de la denominada ‘Colombia Humana’ no van a parar.
Enseña la historia que Nerón cantaba desde la colina mientras veía arder a Roma. Gustavo Petro hace lo mismo. Celebra e incita a los suyos para que continúen en el paro que en realidad es una asonada vandálica. Su lugarteniente Gustavo Bolívar, que ha caracterizado a la pandilla llamándola “primera línea”, lidera una recolección de fondos destinados a mantener a los vándalos que se toman ciudades, incendian edificios y bloquean calles. Ante la evidente falta de control, al menos debería haber una acción por parte de la justicia. ¿Dónde están los magistrados de la corte suprema encargados de investigar y sancionar a los congresistas?
¿Acaso no hay evidencias suficientes que comprueban la participación directa y decidida de personas aforadas en las acciones de terrorismo que azotan al país?
El problema es demasiado grande. El presidente Duque tiene ante si una tarea colosal. Además de controlar a unas hordas enloquecidas, tiene que mantener a flote un país cada vez más deprimido, desilusionado y decepcionado de su gobierno.
Hay quienes creen que la solución empieza por hacer cambios estructurales en su gabinete. Una crítica permanente de sectores que son o fueron afectos al gobierno, es la endogamia con la que el presidente lleva las riendas del país. En vez de oxigenar su equipo con nuevas personas, ideas e iniciativas, el doctor Duque ha preferido mantener a las mismas personas con las que empezó su administración, moviéndolas de un cargo hacia otro. Sólo el tiempo dirá si esa estrategia es eficaz o no.
Lo cierto es que el problema va mucho más allá de la conformación de un gabinete. La inseguridad y la falta de claridad respecto del futuro inmediato, sumado al problema de salud pública, hacen que hoy por hoy Colombia sea un país semiparalizado.
Los gremios de la producción, los empresarios de todos los tamaños, han implorado que se levante el paro que en estas semanas ha costado billones de pesos. Los efectos son inmediatos. Miles de personas que no habían perdido su empleo durante la pandemia, lo están perdiendo por cuenta de la catástrofe social generada por Petro.
¿Qué hacer? La constitución, esa misma que la banda terrorista a de la que Gustavo Petro ayudó a redactar, brinda la solución. Hacen mal los consejeros del presidente que, con un radicalismo absurdo, le indican que no puede decretarse un estado de excepción. Las situaciones no pueden verse en blanco o en negro.
Todas las opciones deben estar sobre la mesa para evitar que el país sea arrasado por las llamas de los violentos que están cumpliendo la amenaza de Petro en el sentido de que él no iba a dejar que Duque ejerciera el gobierno nacional.
Publicado: mayo 26 de 2021
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