En este momento de crisis social los representantes de la institucionalidad de hoy y de ayer deberían reconocer su responsabilidad por no haber escuchado a tiempo a la gente, por no solucionar los problemas que todos veían, por haber engavetado las grandes trasformaciones que necesitaba el país por estar preservando sus intereses y privilegios.
Recordé el juego del ¡Tingo, Tingo, Tango! porque es precisamente lo que le pasó al presidente Iván Duque. Después de la promulgación de la nueva Constitución Política se comenzó a aplazar los cambios expuestos, debatidos, sugeridos, no solo en la deliberación de la Asamblea Nacional, sino los incorporados en la carta magna; la institucionalidad prefirió modificar la Constitución Política que cumplir con su mandato. Y así se fueron acumulando las decepciones del ciudadano, los problemas de la sociedad, hasta que le estalló el ¡Tango! al gobierno de Duque.
Aquí todos sabemos que la Justicia no se ha podido reformar porque de inmediato son capturados por orden de la Corte Suprema de Justicia quienes deben reformarla: los congresistas. Tampoco se puede modificar el sistema político y electoral porque quienes deben hacer esa reforma son el primer propósito de la reforma. La educación pública no se puede tocar porque FECODE convoca de inmediato a paro nacional y deja en jaque al gobierno de turno.
La salud que necesita ser reformada para lograr mayor control, eficiencia, calidad, no puede tocarse porque la comunidad científica, académica, médica, que tiene intereses en las EPS, IPS, ESE, en el negocio, de inmediato acuden a su superioridad intelectual para impedir que el Congreso de la República haga lo que le corresponde hacer, debatir.
Y el sistema bancario necesario para preservar nuestra economía y nuestra relación comercial y financiera con el mundo evita a través de su poder aplastante e intimidatorio -porque ahora son dueños de los medios de comunicación- que se acabe con el exceso de beneficios que tienen y que se controle el abuso contra sus clientes.
Y pobre de aquellos que se atrevan a reformar las contralorías, la procuraduría, la Fiscalía.
Y los sindicatos con sus asociaciones, responsables como nadie del colapso, de la crisis, fingiendo ser la voz de los trabajadores, se han sentado siempre con la institucionalidad y el establecimiento para preservar y engordando sus beneficios y privilegios en nombre de ¡el pueblo!
Todos exigen cambios, pero nadie quiere ceder parte de sus privilegios. La institucionalidad y el establecimiento quieren seguir viajando en clase ejecutiva y con la cortina cerrada.
Sino comenzamos por aceptar nuestros errores y remediarlos será difícil salir de este momento oscuro: y si salimos sin hacer el “mea culpa” es seguir aplazando las reformas que hemos expuesto aquí y que todos sabemos que necesitamos para que siga el juego del Tingo…
También nos engañamos. El mayor engaño es creer que el paro, la movilización, sus consecuencias vandálicas, criminales y terroristas, son contra el presidente Iván Duque y su gobierno. No. Todo lo que está pasando es un acto aberrante y dantesco de canibalismo, nos estamos devorando entre nosotros.
Estamos incendiando nuestra propia casa, nuestra patria. Cuando pase la embriaguez, rabia, odio, este destartale colectivo y narrativo… tal vez no tendremos nada que reformar porque todo será cenizas.
Publicado: mayo 18 de 2021
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