No fueron pocos los colombianos que el 28 de abril salieron a marchar de manera cívica, legítima y pacífica en señal de protesta contra tantas injusticias e inequidades y, en particular, contra la bien fallida reforma tributaria, así como contra los despropósitos y desvaríos de una clase política, en su mayoría inepta, indecorosa y corrupta, que ha hecho de la democracia un feudo para cometer todo tipo de indelicadezas, abusos y villanías.
Pero de lo que no se percataron la mayoría de las personas que marcharon, fue que la protesta sería utilizada para alterar el orden público, sembrar caos y anarquía, y para tratar de desestabilizar el Gobierno por parte de un puñado de sediciosos encabezados por Petro, el pornógrafo Bolívar, el ELN, las FARC, FECODE, la JEP, Ernesto Samper Pizano, Roy Barreras, Iván Cepeda y por los vergonzantes corifeos, funcionarios y corruptos contratistas del gobierno de Santos, así como por algunas comunidades indígenas desnaturalizadas, invasoras y complacientes con los cultivos ilícitos y el narcotráfico, al igual que por delincuentes comunes, bandas de narcotraficantes y por la oscura y anacrónica izquierda comunista.
Muchos de esos marchantes civilizados y pacíficos, hoy se sienten usados y desengañados, y permanecen replegados y abatidos en sus hogares, viendo el espiral de violencia y barbarie causado por oportunistas, así como la pérdida de vidas humanas, saqueos, vandalismo, destrucción de la infraestructura, irrespeto a la propiedad pública y privada y desabastecimiento.
A la protesta se sumó el apoyo de miles de jóvenes desinformados y despistados, quienes, por desconocer la historia y el pasado reciente, no entienden el presente y no logran comprender que la vida solo cambia y mejora con el trabajo, el esfuerzo y el empeño, y no mediante el caos y la anarquía.
Esos jóvenes desorientados siguen sin entender, que para discrepar no hay necesidad de ofender; para controvertir no hay necesidad de maltratar; y, para protestar no hay necesidad de vandalizar.
Al respecto Federico de Amberes dijo:
«Muchos jóvenes quieren triunfar, y sueñan con logros, éxitos, reconocimiento y generosos ingresos; pero para alcanzar esas metas, tan solo hacen lo mínimo necesario, no lo máximo posible. Le juegan a la suerte, a la providencia, a la trampa, a la influencia, al favor indebido, al atajo, al esguince, a la prebenda y a la componenda. Les aterra el esfuerzo, la exigencia, la excelencia y la competencia. Si tan solo cultivaran la disciplina, no tendrían que apostarle a la suerte, ni ser esclavos de disociadores populistas ni de ilusionistas comunistas.«
Pero como en la vida todo fluye, sin prisa y sin pausa la nación empieza a entender que la solución de los problemas no está en las vías de hecho sino en la vía del derecho, y de seguro, esta triste y dolorosa experiencia servirá para acabar de desenmascarar a disociadores e incendiarios que solapadamente usan la inconformidad para allanar el camino al advenimiento del comunismo.
No dudo que el señor Gustavo Petro recordará el 28 de abril de 2021, como el comienzo del fin de su oscura y truculenta carrera criminal y política, y qué en lo sucesivo, solo lo acompañarán ingenuos o incautos, así como los amigos del caos y la anarquía, y aquellos que son complacientes con el terrorismo y el narcotráfico.
Pero para no quedarnos tan solo en la lectura de los hechos, considero que dada la desinformación y confusión que reina, es necesario entender, que por encima de nuestras inconformidades y de nuestras quejas y reclamos; que por encima de nuestros principios, valores y convicciones; y, que, por encima de nuestras diferencias y discrepancias cívicas, políticas e ideológicas, los colombianos tendremos que decidir, entre fortalecer una democracia débil e imperfecta o abrazar la anarquía y el caos.
Ojalá que en entre todos podamos construir un diálogo nacional propositivo y edificante, para escucharnos y no para descalificarnos, pero para lograrlo, deben cesar de inmediato todos los actos de vandalismo, violencia y barbarie.
También es necesario entender de una vez por todas, que la mayoría de las reformas que clama la nación, dependen del Congreso y no del Gobierno, y que el presidente de la República las debe proponer y promover de inmediato, así algunas exijan la reforma de la Constitución.
Del presidente Duque el país espera, decisiones claras, actos de verdadero liderazgo y de decidida autoridad, todo, con respeto y apego al orden constitucional. De hacerlo así, la democracia colombiana saldrá fortalecida de esta fallida emboscada criminal.
Los mejores días de Colombia están por venir.
Publicado: mayo 10 de 2021
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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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