Existe un vocablo en la lengua inglesa que se utiliza para definir a una persona que aspira a emular a alguien a quien ve como un ídolo: wannabe, abreviatura de ‘want to be’.
Daniel Quintero Calle, cuestionado alcalde de Medellín, sujeto extraño y alevoso, es un “Petro wannabe”. Se comporta igual, desafía igual y mal gobierna igual. Lo único que lo diferencia de Gustavo Petro es que aquel es un terrorista y él, un majadero.
Y, como si aquello no fuera suficiente, también empoderó a su esposa -la oscura Diana Osorio- como en su momento Petro hizo con su mujer, doña Verónica Alcocer quien metió alevosamente sus manos en el presupuesto bogotano para favorecer a amigos y parientes con multimillonarios contratos.
Medellín, ciudad que era un ejemplo a nivel latinoamericano de estabilidad financiera, está al garete. Sus emblemáticas y hasta hace no mucho tiempo envidiadas empresas públicas, se han convertido en un fortín de corrupción y politiquería. Quintero Calle puso en su junta a un sujeto reconocido por su poca transparencia y debilidad por la corrupción, el exsuperintendente santista de Industria y Comercio, Pablo Felipe Robledo.
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El socialcomunismo siente que está en su momento de gloria. Ven el triunfo en el horizonte cercano. Las encuestas de opinión, que ubican al exterrorista Petro en el primer lugar de intención de voto los tiene envalentonados.
Y, con frustración, hay que decir que la falta de contundencia del gobierno para enfrentar a los violentos, les hace creer -a los socialcomunistas- que pueden amedrentar, aterrorizar y destrozar a sus anchas y con total impunidad.
El sentimiento de impotencia en los sectores defensores de la democracia, es cada vez mayor. No se ve un líder capaz de aglutinar y enfrentar la amenaza neocomunista. Los colombianos de bien, están haciendo el papelón de testigos áticos e inmóviles a los que una banda de facinerosos les está arrebatando sus libertades.
En España, la extrema izquierda ha encontrado un muro de contención: el partido VOX, una formación joven, integrada por demócratas y defensores acérrimos de la libertad económica y social.
Infortunadamente, en Colombia el Centro Democrático ha sido inferior al desafío. Desde siempre, los neocomunistas han visto al presidente como el obstáculo de hormigón armado que les impide concretar sus planes perversos de toma del poder. A lo largo de los años, han intentado asesinarlo. Se cuentan por decenas atentados en su contra.
Como no pudieron eliminarlo físicamente, se dieron a la tarea de acabarlo moralmente. Y debe aceptarse que sí lograron hacer un daño grande.
Quintero Calle, como perrito faldero de los socialcomunistas, buscando un espacio para existir, se sumó a la gavilla contra Uribe. Para desviar la atención de la opinión pública y evitar los cuestionamientos frente a su errática administración y las sustentadas denuncias respecto de la participación de su esposa en negocios y contratos, el alcalde de la capital antioqueña -el Petro Wannabe– invierte buena parte de su tiempo promoviendo las persecución y el matoneo al presidente Uribe Vélez.
Entre cielo y Tierra no hay nada oculto. La alcaldía de Medellín es una ‘cueva de Rolando’. Las denuncias de corrupción crecen como espuma. Y la señora esposa del alcalde, tarde o temprano tendrá que responder por los negociados que ella está liderando. Y el señor Quintero, por más imitaciones que haga del socialcomunista Petro, no tendrá salida distinta que la de ponerle la cara a la justicia.
Publicado: mayo 6 de 2021
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