No todo estaba perdido y así lo demuestra la cómoda victoria de Guillermo Lasso frente al testaferro político de Rafael Correa, Andrés Arauz.
Hace unos meses, con ocasión de la primera vuelta, Arauz se impuso en el primer lugar. El resultado generó pánico en amplios sectores que veían con preocupación la posibilidad de que el socialcomunismo volviera al Ecuador.
Las sospechas frente Arauz no son menores. Se trata de un candidato extremista que amenazaba con destrozar la débil economía de su país, a través de un cambio en el sistema monetario, acabando con la exitosa dolarización que se implementó en 1999.
El fantasma del chavismo seguía rondando a Ecuador. Muy pocos creían que fuera posible derrotar a Correa.
La fórmula utilizada por los defensores de la democracia surtió efecto: unión alrededor de un solo candidato.
El tarjetón de aspirantes presidenciales para primera vuelta tenía a tres candidatos socialistas: Arauz, el indígena Yaku Pérez y el extremoizquierdista Xavier Hervas. En la derecha solo estaba el conservador Lasso, quien hizo una campaña estupenda concentrada en la recuperación económica de su país luego de la pandemia.
En el pasado, Lasso se desempeñó -con bastante éxito- como ministro de Economía y su perfil empresarial y de banquero le otorga las credenciales suficientes para implementar con éxito las propuestas esbozadas durante el proceso electoral.
La coalición democrática colombiana que enfrentará a Petro, tiene en Ecuador un bello ejemplo a seguir. El realismo y la sensatez deben imperar. Los precandidatos que hasta ahora han puesto sus nombres a consideración, son personas muy buenas, amables, con ideas interesantes, pero ninguno de ellos tiene peso político específico.
Y aquello conduce a la necesidad de identificar, cuanto antes, el mecanismo a utilizar para designar a una sola persona que se enfrente al socialcomunista Petro. Llegar divididos a la primera vuelta sería letal, pues se corre el riesgo de que en al ballotage pasen dos candidatos de izquierda, por ejemplo, Petro y el santista Fajardo.
Las elecciones del año entrante no son las típicas en las que distintos candidatos luchan por el poder. Lo que está en juego es mucho más grande: la supervivencia de la democracia colombiana, asediada por el exterrorista Gustavo Petro, candidato que ha anunciado sin ruborizarse que necesita de por lo menos 3 periodos para implementar su programa neocomunista que incluye, entre otros, la expropiación. Como anunció su socio político, el senador de las Farc Iván Cepeda, los ricos de Colombia están en la mira y serán obligados a “solucionar la crisis” del país y forzados a “pagar su deuda” con Colombia.
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Esa notificación, en un lenguaje de fácil comprensión, significa la persecución inclemente, al estilo estalinista, de todos aquellos que posean algún tipo de riqueza.
La consigna, entonces, es sencilla aunque llevarla a la práctica resulta complejo por aquello de las insoportables vanidades de los políticos: si el centro-derecha se une y designa a un solo candidato, tiene todo para ganar en 2022, como acaba de suceder en Ecuador con Guillermo Lasso.
Publicado: abril 13 de 2021
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