Me acosté con la preocupación y ansiedad natural que, como ciudadano colombiano, genera la víspera de un paro nacional; víspera de un paro nacional que viene acompañada, como ya es igualmente natural, con la incitación a la parálisis total del aparato productivo, a la violencia, al vandalismo, a la zozobra y a la histeria colectiva. Esa histeria colectiva a la que apelan quienes se hacen llamar humanos en el ejercicio político, no está representada por las voces que legítima y pacíficamente se alzan en señal de protesta. Dolorosamente, esas voces de protesta pacífica y legítima han sido opacadas, en medio de la polarización política, por las voces de actores que buscan deslegitimar y estigmatizar el ejercicio de la autoridad legítima del estado, basando su estrategia electoral en la violencia y el vandalismo.
Como si esa preocupación fuera poca, desperté con la noticia del derribamiento de la estatua de Sebastián de Belalcázar en Cali. Qué indignación. Qué indignación porque es un monumento que hace honor a un momento particular de la historia del país y de la ciudad que me vio crecer, y no a lo que representa la persona. Fue derribada antes de las 7 a.m. y esto marcó la hoja de ruta de lo que sería el orden público en Cali. Esta jornada ha mostrado una administración municipal muy débil e incapaz de hacer frente, con el liderazgo que le exige la dignidad de ser alcalde y por tanto la primera autoridad del municipio, para controlar los desmanes que a esta hora siguen acabando con la ciudad. Por el contrario, la tibieza de las declaraciones del alcalde Ospina, generan una mayor indignación y zozobra entre los ciudadanos que se sienten impotentes mientras ven cómo acaban con su infraestructura. Impotentes porque sienten que no existe un orden legal para la legalidad, sino para criminalidad.
Esta hostil situación, se replica en la capital del país y en las principales urbes donde gobiernan administraciones complacientes con los vándalos y violentos, y que, sin contemplaciones, restringen las actividades comerciales y económicas del aparato productivo, que son, precisamente, las que buscan cerrar las brechas de la desigualdad por las que dicen luchar. Qué ironía. Ellos mismos cultivan el escenario perfecto para entrar con su discurso populista como los adalides de la salvación social, en un país política y emocionalmente sumido en el caos.
Lastimosamente, la mal presentada reforma tributaria, exacerba las emociones y hace aún más difícil construir el escenario político adecuado que permita generar las condiciones donde los distintos sectores puedan concertar sobre temas de interés nacional; la reforma tributaria, la aspersión área con glifosato, la vacunación, la reforma a la justicia, la reforma pensional, entre otros. Ni hablar de lo que a toda esta difícil situación le suma el tercer y más letal pico de la pandemia, junto con las consecuencias que trae un profundo deterioro de la seguridad.
El paro deja una profunda preocupación y una grave situación política. Deja una profunda preocupación porque las actuaciones de los manifestantes nos avisan, desde noviembre de 2019, que seremos testigos de una campaña política que estará manchada por el vandalismo y la violencia, que buscan ser legitimadas por sectores de la opinión pública como derecho a la protesta. El paro deja una grave situación política porque el descontento generalizado con el acontecer nacional no avizora escenarios de respeto y fortalecimiento institucional, sino que, por el contrario, avizora escenarios de destrucción de los valores de la democracia y del orden constitucional. El paro nos deja la incertidumbre y la zozobra como sensaciones que predominarán la actualidad política.
En lo que a mi indignación respecta y que representa el #LegadoHolmesTrujillo, el paro deja ganas de luchar por el fortalecimiento de los valores democráticos. Deja ganas de luchar por crear los escenarios que permitan construir consensos políticos basados en el respeto por las ideas. Deja ganas de luchar por la defensa de la institucionalidad. Deja ganas de respaldar, agradecer, considerar y apoyar el actuar de nuestra fuerza pública. Deja ganas de luchar por una Colombia donde todos podamos vivir y trabajar tranquilos.
Publicado: abril 29 de 2021
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