Si algo hay que desmentir es el mito que Fajardo es buen administrador. Como Gobernador de Antioquia duplicó el endeudamiento del Departamento. Y al igual que sucedió con Hidroituango, el pueblo paisa terminó pagando los platos rotos de la falta de planeación y control del burgomaestre que ahora se cobija en Juan Manuel Santos para acariciar el Palacio de Nariño.
Como tal, a finales de 2011, previo a la posesión de Fajardo, Antioquia tenía un endeudamiento total de $640.015 millones. Un monto que permitía un margen de acción considerable para que la nueva administración ejecutara tranquilamente los recursos de la entidad territorial. Sin embargo, tras cuatro años de dicha administración el panorama cambió drásticamente, a tal punto que para 2015 el Departamento debía $1.4 billones, es decir, unos $797.979 millones más.
En contraste, de 2011 a 2015 el presupuesto del Departamento solamente creció $302.431 millones, lo que significa que las obligaciones financieras que Antioquia adquirió durante la Gobernación Fajardo crecieron a un ritmo dos veces y medio mayor que como lo hacían sus ingresos.
El resultado ha sido más que evidente. A raíz de la disparada en el endeudamiento la disponibilidad de recursos en el presupuesto del Departamento para inversión ha sido menor, dado que primero se deben cubrir las deudas so pena de acarrear severas sanciones. En otras palabras, a las administraciones que sucedieron a Fajardo les ha tocado hacer todo tipo de maniobras para financiar sus planes de gobierno.
De hecho, mientras que en 2016 la relación entre la deuda en pesos y en dólares de la Gobernación era de 52.5% – 47.5% respectivamente, para 2019 la administración de Luis Pérez había logrado disminuir el endeudamiento en dólares al 30% del total de las obligaciones, de tal forma que el 70% de la deuda se concentrara en pesos.
Por eso, pensar que Sergio Fajardo podría administrar de buena manera el Gobierno Nacional es absurdo. Por el contrario, lo que muy seguramente ocurriría es que se perduraría la política de endeudamiento desbordado que supo desplegar Juan Manuel Santos, su nuevo gran aliado, de 2010 a 2018, donde la deuda del País pasó de representar el 38.8% al 50% del PIB, una variación de 11.2 puntos porcentuales que, de no haber sucedido, le hubiera dejado un margen de maniobra adecuado al actual Gobierno para afrontar la pandemia sin quedar al borde de perder el grado de inversión.
Ahora bien, más allá de las especulaciones políticas que se han hecho sobre la decisión de la Fiscalía de imputarle cargos a Fajardo, lo cierto es que no es lógico que la Gobernación de Antioquia haya adquirido un crédito en dólares con un banco local para pagar una obligación en pesos. Una cosa es adquirir obligaciones en moneda extranjera cuando el acreedor es un organismo internacional como el BID, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Empero, hacerlo con una institución nacional deja un sin sabor que no se entiende, más aún cuando el Departamento no adquirió un seguro cambiario que mitigara la volatilidad del dólar.
Deuda y más deuda. Gasto y más gasto. Esa parece ser la única política clara de los mal llamados sectores alternativos, quienes exprimen a más no poder los presupuestos para apalancar sus medidas populistas sin importar la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Publicado: abril 7 de 2021
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